La razón de ser de la ultraizquierda latinoamericana
La visión de la tozudez del chavismo o el castrismo tienen un viso erróneo. Se le tilda de recalcitrante...
La visión de la tozudez del chavismo o el castrismo tienen un viso erróneo. Se le tilda de recalcitrante, de principios inamovibles, y los más iletrados lo califican de valentía por no claudicar. Nada más lejos de la realidad, todo el tema con el chavismo o el neocastrismo cubano es mucho más simple y mundano: dinero, simple y vulgar dinero.
En el caso de Cuba, el negocio es simplemente magnífico: no hay competidores comerciales y los únicos que pueden establecer empresas o importar/distribuir bienes de consumo en una nación que no es capaz de autoabastecerse es la cúpula gobernante. Es decir, tienen un mercado cautivo de 11 millones de personas e incluso un sistema monetario ficticio y sin libre cambio a su antojo y disposición.
Es un negocio espectacular de miles de millones de dólares al año que van a parar a los bolsillos de la clase gobernante cubana mediante el frío y distante director de la corporación Gaesa o “Castro SA”, el discreto general Luis Alberto Rodríguez Callejas. Este oscuro personaje de mirada de acero y mandíbula de oficial de las SS, es sin duda, el verdadero líder de la hacienda llamada Cuba. Mantener una empresa así con utilidades ilimitadas y sin competencia es el sueño de cualquier “cerdo capitalista” como estos sencillos luchadores por los proletarios los llaman; así que, si hay que reprimir, asesinar, manipular elecciones o lo que haga falta pues vale la pena; es demasiado dinero y este patrimonio familiar debe ser defendido por los hacendados para dejarlo a sus descendientes al mejor estilo de latifundista de novela de García Márquez: con fusta, pistola y a caballo. La vulgaridad de estos personajes para hacer dinero con su pueblo no tiene límites.
Tratemos de ponerlo en palabras llanas: Imaginémonos que fuésemos dueños de una empresa de importación, hotelera, comercial y de transporte. Imaginémonos que además tenemos controlada la aduana y no sólo eso: las leyes aduanales y de aranceles. Compremos lo que haga falta mediante prestanombres en el extranjero, lo importemos sin aranceles y lo vendamos al triple del precio (no es exageración, es literal, al triple) a los pobres habitantes de nuestra hacienda que además trabajan para nosotros y les pagamos con su propio dinero de vuelta. Ahí no para la barbaridad, como en el fondo somos pésimos administradores ya no tenemos suficiente trabajo para todos nuestros compradores. Así que les dejaremos fundar sus propios negocios pequeños a los que les cobraremos impuestos (olvidé decir que Hacienda también es parte de la corporación) y los obligaremos a comprarnos a nosotros.
Ningún pequeño empresario cubano tendrá derecho de importar sus propios productos. Tampoco podrán establecer empresas que no cuenten con la participación del estado o de la “famiglia” y mucho menos permitiremos que se invierta con dinero procedente de los cubanos en el exterior. Es un negocio salvaje digno de peor capitalismo. De más está decir que todas estas leyes las iremos escribiendo o modificando a nuestro antojo pues el “senado” también es de la empresa. Obviamente la posibilidad de que nuestra clientela/mano de obra se organice en sindicatos independientes o nos pida rendición de cuentas, los meteremos presos (la procuración de justicia es también parte de la empresa) apenas nos molesten o nos tilden de corruptos. En fin, un negocio semejante, decorado convenientemente con un retrato soñador del Che Guevara que nos da un áurea de bondad y de sacrificio, hay que cuidarlo como gallo fino. Es una mina interminable de riqueza que durará y seguirá rindiendo frutos para hijos y nietos. Las posibilidades de diversificación son enormes, incluso se puede establecer sucursales de la empresa en otros países. Ya una muy exitosa la tienen con sus socios venezolanos. En estos tiempos el negocio anda mal así que la posibilidad de contar con un nuevo socio sería genial, obviamente la joya de la corona de este juego de Monopoly es el adorado México, nomás que estos canijos sí no se dejan y nuestro agente Noroña anda medio haciendo el ridículo…