Una evolución democrática

La consejera presidenta del Instituto Electoral de Quintana Roo...

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La consejera presidenta del Instituto Electoral de Quintana Roo (Ieqroo), Mayra San Román Carrillo Medina, rindió ayer en Chetumal su cuarto informe de actividades, en sesión ordinaria y ante el pleno del Consejo General de ese Instituto que, por cierto, cumple 16 años. Un marco ideal para reflexionar más allá del contenido.

Como era de esperarse, redundó en lo que llamó “resultados”; es decir, sobre actividades y acciones emprendidas durante el año, en coordinación con el Instituto Nacional Electoral (INE). Pero el contexto da para analizar lo ocurrido al menos desde 2016. Y no es poco.

Más allá de conferencias, capacitaciones y convenios, el Ieqroo ha tenido en dicho período los comicios de junio de 2016; el del 1 de julio del año pasado, y el que está en desarrollo, cuya jornada electoral está programada para el 2 de junio. Tres procesos en cuatro años, con todo lo que implica y en lo que han devenido.

Basta tomarles el peso: el de 2016 fue histórico. O sea, la primera transición con alternancia en el estado y en varios municipios, con mujeres protagonistas. El tablero se movió de una manera hasta entonces impensable.

El federal del 2018, cuando Morena arrebató los espacios a quienes habían ganado en el anterior ya citado. Con Andrés Manuel López Obrador como presidente, nuevas reglas en ese rubro comienzan a desarrollarse favorable o desfavorablemente para el órgano local. Está por verse la envergadura de la transformación.

Y el que está en curso, es todavía un dilema precisamente porque la ley ha cambiado y el ambiente es otro. Hay, además, otros condimentos que dan sabor especial ahora, como la opción de reelección para diputados locales; la aparición de independientes cada vez más fortalecidos ante una partidocracia desprestigiada, y la supuesta transparencia ordenada por los gobiernos estatal y federal que provocan mayor interés, positivo en todo caso.

En todo esto ha tenido que ver el Ieqroo, para bien o para mal. Con su promoción incansable del voto, con la tarea de sumar a la juventud, con la obligación de establecer piso parejo y con la inclusión de grupos excluidos por múltiples razones, ha puesto las condiciones (quizá sin pretenderlo en esa magnitud) para robustecer la democracia quintanarroense.

Si lo ha hecho bien o mal su presidenta, las voces pudieran discrepar. Lo cierto es que la situación hoy es diferente a la de hace cuatro años, cuando las bolas eran cantadas y seguían instrucciones por temor.

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