Mejor a otra cosa

Debemos aprender de los viejos que tienen soluciones maravillosas, las ponen en práctica y subsisten en la economía familiar.

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Los lectores deben estar hartos de oír hablar de los políticos, nadie tampoco quiere oír hablar de malos funcionarios;  mejor entonces ocupémonos de otros temas que al fin y al cabo son más interesantes.

Tenemos a la mano una historia que contarles: la de una madre de familia que lucha porque el gasto diario le alcance.

Es  cierto que los problemas que vive el mundo son demasiado complicados para compararlos con el de un ama de casa que sale a hacer el mandado todos los días y se  da cuenta que el dinero no le alcanza, pero esa es la explicación más sencilla de la  economía y su difícil comprensión.

Estamos viviendo en el mundo entero un reordenamiento de gobierno, de ideas y de conceptos por demás complicado, donde nadie aporta, donde sólo se critica y nada se hace, un mundo inaceptable para nuestros hijos que no pueden vivir sin internet  y sus sucedáneos, que no les permite ser más familiares e  interactivos con sus amigos, pues siempre están conectados a otros aunque los tengan enfrente.  En  un mundo  diferente y distinto, donde no importan  los amigos y los familiares, ¿se vive?, me pregunto. ¿No será lo contrario?

Y volviendo al ama de casa que no le alcanza el dinero ni para comprar lo mínimo y tiene que alimentar a su familia, qué hay que hacer para acabar con tanta zozobra y problemas. Hay que admitir de entrada que no todos somos iguales y que en un lugar habrá más y en otro menos. Debemos aprender de los viejos que tienen soluciones maravillosas y las ponen en práctica y subsisten.

Recuerdo un ejemplo que ponía Juan de Dios Legorreta. En una casa escogida al azar, donde comen cinco diariamente, se guisa un kilo de frijol para cinco gentes y hay suficiente. Pero hagamos el siguiente experimento: en la misma olla se pone a cocinar 20% menos de frijol en la misma cantidad de agua; cuando la comida se termine, se les sirve la misma cantidad de frijol y nadie notará que se puso en la mesa 20% menos del alimento. Esto es así porque nadie come la misma cantidad ni nadie cuenta los granos que se come.

Este es un simple ejemplo de economía familiar. Usted puede ingeniárselas de  mil formas. Hágalo con las tortillas: en el lek deben ir 25 tortillas, en el supuesto  de que cada uno coma cinco panes, pero ponga 30 o 32 y se dará cuenta que nadie va a protestar y ninguno se quedará con hambre. Aplique estos trucos y verá el ahorro en frijol y tortillas.

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