Mirada sociológica de la violencia II

Continuando con el artículo de la “Mirada sociológica de la violencia”, numerosos estudios...

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Continuando con el artículo de la “Mirada sociológica de la violencia”, numerosos estudios han identificado distintos factores sobre cómo se manifiesta y se perpetua.

Primero se entiende que el estado es la estructura conformada con el fin de mantener a través de la coacción el establecimiento de un orden legítimo entre las relaciones humanas. Para Weber, de acuerdo al análisis de Gallego G.,  uno de los primeros cometidos atribuidos al estado moderno, es el de centralizar el poder para evitar que haya en la sociedad múltiples centros de poder en tenaz rivalidad por la vía de las armas y del derramamiento de sangre.

El poder central habrá de operar en calidad de apoderado único y exclusivo para administrar y ejercer la violencia para despojar a los individuos o grupos de su uso en la solución de diversas contiendas, prohibiéndola de manera general, con el doble objetivo de evitar la guerra e impedir que se tomen la justicia por su mano mediante la venganza individual, parental o de clan, con el campo libre para la ley del más fuerte. La disposición sobre los medios militares se reserva al poder central, el cual tendría el poder de usar la violencia contra los individuos como medio para combatir la que ellos ejercen y asegurar un determinado orden social (2003).

Cabe mencionar que en el origen de los indicios de organización social la violencia era justificada como parte de la supervivencia y la evolución, donde se percibía a través de acciones agresivas, sacrificios, guerras primitivas y costumbres que se reproducían por generación, como resultado de este proceso la violencia va tomando otras formas de mantenerse intrínseco a todo lo que nos rodea, entonces cabría cuestionarnos si una de las dificultades por las que no podemos eliminarla es porque ésta es modelada a través de los aparatos estructurales que componen a la sociedad y sus relaciones, es decir, puede ser la violencia de estado un espejo de su sociedad condicionando comportamientos violentos entre los individuos.

III

Si la violencia no se encuentra en la naturaleza del ser humano es pertinente señalar e identificar aquellos factores que permiten su reproducción de manera imperceptible en la vida de las mujeres y hombres desencadenando nuevas formas de ejercerlas sin que podamos reducirla. En la anatomía de la violencia de lo individual a lo social se observa en primera instancia a una persona predispuesta por diversas condiciones a reaccionar ante los estímulos que la afecten, esto significa que la respuesta será aquella que repite aprendiéndolo de los medios en los que se desarrolla. Por otro lado, encontramos esta acción cuando es legitimada por aparatos de orden como se mencionó en el artículo anterior, en donde la violencia es justificada como disciplinar porque es utilizada como recurso para controlar los actos reprobados por la ley (delincuencia, crímenes, etc.).

En ambos casos se reconoce lo que la antropóloga Rita Segato (2018) puntualmente nombró como pedagogías de la crueldad, haciendo referencia a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan a los sujetos a transmutar lo vivo y vitalidad en cosas, se enseña algo más que a matar, en donde la repetición de la violencia produce un efecto de normalización de un paisaje de crueldad y, con esto promueve en la gente los bajos umbrales de empatía indispensable para la empresa predadora. A su vez este fenómeno es resultado de un proceso de desensibilización que se construye desde el efecto aislamiento, provocando que las personas no generen ningún vínculo de sentimiento hacia el sufrimiento del otro, la dureza hacia los actos crueles se normaliza de forma que se va creando un perfil de individuos incapaces de reaccionar ante las atrocidades cometidas en lo privado y público.

Esta descripción nos parece familiar si reflexionamos en lo que sucede a nuestro alrededor cuando diariamente imperan estos actos de violencia. Entre las formas de representación se puede distinguir las siguientes: cultura de la masculinidad haciendo referencia a la asignación de características de superioridad al hombre sobre su conducta y sentimientos obligándolos a moldearse a los dictámenes de su género. También encontramos la simbología de la violencia manifestada en diversos medios de comunicación, donde se naturaliza la violencia al exponer sin límites, como lo son el material audiovisual (películas, series) o las noticias que sin ningún tipo de sensibilidad muestran los actos violentos como espectáculo, por otro lado se encuentran los abusos de poder y brutalidad que ejercen los aparatos del estado sobre las personas al someterlas bajo ningún tipo de mesura. Estos ejemplos son solo algunas de las formas más visibles que se entrelazan generando que sea casi imposible eliminar la violencia y sus formas.

En definitiva las conclusiones multidisciplinarias dedicadas al estudio sobre la violencia no emiten una solución a este fenómeno; sin embargo, cabría cuestionarnos nuestra realidad para identificar qué tanto hemos contribuido a su reproducción, por otro lado habría que intentar desaprender estas normas que influyen y condicionan los patrones de conducta en las personas, como también cuestionarnos nuestra estructura social y su orden si realmente queremos dar fin a este problema social que nos compete a todos.

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