Pena de muerte

El Papa Francisco ha autorizado la modificación del artículo 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica...

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El Papa Francisco ha autorizado la modificación del artículo 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica y ha declarado “inadmisible” la aplicación de la pena de muerte en cualquier caso. Por ello, pide su abolición en todo el mundo.

Parte del fundamento es que si bien la pena de muerte ha sido considerada una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos, “hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves”.

Desde hace varios días se habla del tema en el mundo entero y como dicen por ahí “esto apenas empieza”. La discusión no se detiene pues en medio de la polémica hay muchas preguntas qué responder: Qué hacer con quienes matan sin temor a Dios, con quienes sin respeto a la vida jalan el gatillo y acaban con la historia de una persona… ¿Qué procede entonces en aquellos lugares en los que la pena de muerte ha sido la versión legal del “ojo por ojo y diente por diente”?

¿Cómo reconocer el derecho y la dignidad de la persona como dos elementos de la vida que se contraponen o se unen minuto a minuto dependiendo del caso, del contexto o de las convicciones de cada ser humano?

Por otro lado, sí, la idea de que un día desaparezca la pena de muerte es sin duda el anhelo de quienes opinamos que esta política no tiene razón de ser pues no disminuye delitos, no cambia radicalmente situación alguna. Simplemente la persona deja de existir pero ni desaparece ni se esfuma el daño causado o el dolor de quienes se quedan.

A pesar de que parece imposible convencer al mundo de la necesidad de abolir esta medida, aprovechemos la puerta que abre el Papa Francisco para sumarnos a una causa que también es en pro de la vida de millones de personas perseguidas por sus creencias religiosas, torturadas por sus preferencias sexuales, encarceladas por sus opiniones políticas y señaladas por su condición física, hasta llevarlas a la muerte en juicios a modo.

Tenemos mucha tela de dónde cortar... Hay que reconocer que nuevamente el Papa Francisco acerca a la Iglesia a un proceso de reflexión y cambio en el que sabiamente nos involucra a todos.

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