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Me parece el menos capacitado de los punteros para encabezar el Ejecutivo...

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No voté por él, me parece el menos capacitado de los punteros para encabezar el Ejecutivo y me preocupan sus pactos con sindicatos corruptos, su voluntad no solo de no perseverar en la reforma educativa, sino de echar por tierra sus escasos avances, su reticencia a una fiscalía autónoma, su convicción de que el combate a la corrupción es cosa que pasa por el ejemplo y no por el desarrollo institucional y tecnológico, su visión autárquica de la economía y de la política exterior.

Pese a ello, me parece que hay un par de razones para celebrar lo que, de acuerdo con el conteo rápido —que es a lo que hay que atender, y no a las declaraciones de un oportunista—, constituye una victoria de López Obrador: primero, que el resultado otorga legitimidad al INE: un poco en el espíritu de esa noche en que José Woldenberg salió a anunciar a Vicente Fox como virtual ganador, nuestro sistema electoral habrá quedado validado incluso ante los ojos de quienes habían llamado a fraude pese a no existir indicio de tal posibilidad; y, segundo, que el desempeño de López Obrador a lo largo de los próximos seis años permitirá derribar uno de dos otros mitos: sea el de que constituye un peligro para México —si lo hace bien—, sea —si lo hace mal— el de que encarna la única posibilidad de construir una democracia de calidad en nuestro país.

Tienen él y quienes lo acompañan en su aventura mucho trabajo por delante. Tendremos también nosotros —quienes consideramos su proyecto de país viejo y trunco– mucho de que ocuparnos. Desde la sociedad civil como desde los partidos, tenemos que constituirnos en una gran y verdadera oposición. Una propositiva y no descalificadora a ultranza. Una respetuosa y dialogante, y no escandalosa y logrera. Una que reivindique las propuestas construidas a lo largo del proceso electoral, las defienda y aproveche toda trinchera —los congresos, los medios, la sociedad civil y su capacidad para encabezar iniciativas ciudadanas— para colocarlas en el debate y hacer que se traduzcan en legislación y en políticas públicas.

La pelota está en nuestra cancha. Como siempre.

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