Las fiscalías y gobierno oclócrata

Supuesta consulta popular sin cubrir los requisitos de ley que ya anuló cualesquier posibilidad de continuar

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Toda vez que las elecciones han pasado, desde el Congreso de la Unión se vienen cumpliendo los compromisos de campaña de Andrés Manuel López Obrador, desde la imposición mediante una supuesta consulta popular sin cubrir los requisitos de ley que ya anuló cualesquier posibilidad de continuar con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM).

Anuncios y retracciones están a la orden del día; el tren maya, los impuestos al 8% en IVA y 20% ISR, se convierten en riesgo para las finanzas nacionales, la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo Federal con sus correspondientes imposiciones de súper delegados con poderes plenipotenciarios para cada estado, la imposición del Fiscalía General de la Federación, etcétera, etcétera, vienen alborotando a las mini representaciones en las bancadas y partidos políticos, al grado de pronunciarse por promover inconstitucionalidades ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Sin una revisión minuciosa de lo que legislan en el Congreso de la Unión, de los supuestos trabajadores de confianza en el ámbito federal, disminución de los salarios en forma de decreto olvidando que ninguna ley puede ser aplicada retroactivamente en persona alguna, intentando controlar a los poderes mediante decretos; todo esto sin el cuidado del cumplimiento de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, incluyendo trivialidades como cambiar el orden de los colores de la banda presidencial.

Ante esta serie de avances y retrocesos avalados por consultas, supuestamente, ciudadanas sin validez legal, en lo personal, me suena a cubrir los errores que pudieran cometerse en el futuro, endilgarlos al pueblo que es quien decidió; haciendo una apología de un concepto de gobierno, me permito referir:

 

Oclocracia:

 

Pensando en México; Polibio fue un historiador griego que, habiendo nacido en el esplendor romano, se dedicó a tratar de comprender y explicar la hegemonía del Imperio Romano, en su momento.

Polibio fue también y en cierto sentido uno de los primeros asesores políticos de la historia con acceso a la clase gobernante y conocimiento de primera mano de los asuntos más urgentes de la gestión pública, asesoró a las autoridades romanas en la organización del gobierno de las ciudades griegas, lo que le valió el reconocimiento de sus contemporáneos y la oportunidad de comprender a profundidad, los intríngulis de la administración pública.

Así, partiendo de las ideas de Aristóteles, elaboró una clasificación de las formas de gobierno, advirtiendo sobre sus posibles degradaciones de acuerdo con las estructuras de poder:

Monarquía.- Cuando el gobierno lo ejerce una sola persona.

Tiranía, cuando el poder unitario degenera y se pone al servicio de quien se asume como dueño.

Aristocracia.- Cuando las funciones de gobierno las asumen unos cuántos.

Oligarquía, cuando el gobierno recae sobre un grupo que tan sólo responde a sus propios intereses.

Democracia.-Cuando las decisiones de gobierno son tomadas por el pueblo que legitima al gobernante.

Oclocracia, cuando las mismas decisiones no las toma el pueblo sino la muchedumbre, entendida por Polibio como el populacho que, manipulado por algunos actores, decide sin información suficiente, lo que cree conveniente.

Polibio desarrolló la teoría de la anaciclosis, según la cual el ejercicio del poder en cualquier sociedad sigue un ciclo de seis fases, en que primero – la monarquía se convierte en tiranía, que es seguía por una aristocracia que se tornará en oligarquía, a la que sucede una democracia que se convierte en oclocracia, para volver a comenzar.

La oclocracia es, según Polibio, el peor de los sistemas políticos, el último estado de la degradación del poder. La oclocracia no es, sino la degradación de la democracia.

Los regímenes oclocráticos no representan los intereses del pueblo, sino los del populacho: los oclócratas no buscan el bien común, sino que tratan de mantener el poder a través de la legitimidad obtenida por medio de la manipulación de los sectores más ignorantes de la sociedad.

La oclocracia, en este orden de ideas, es con secuencia de la demagogia, y fruto de las emociones irracionales con las que el gobernante trata de incidir en las decisiones de los ciudadanos.

La oclocracia se nutre de los prejuicios, de las ilusiones, de los nacionalismos y reivindicaciones: el oclócrata manipula, el oclócrata miente, el oclócrata enfrenta.

El oclócrata requiere, para conseguir sus objetivos, del control de los medios educativos y comunicación. La oclocracia produce una falsa ilusión de que el régimen obedece a la voluntad popular, sin que los ciudadanos comprendan que dicha voluntad, si proviene de la desinformación, no existe.

La democracia requiere del conocimiento; la oclocracia se nutre del rencor y la ignorancia. Del rencor y la ignorancia de una supuesta voluntad popular que no busca sino satisfacer los deseos de quien manipula; de una muchedumbre que no razona, sino que obedece. De un populacho que se deja guiar al abismo, de una nación que no sabe mirar al futuro.

Polibio vivió hace más de dos mil años, pero sus observaciones sobre la muchedumbre y su comportamiento se antojan dolorosamente cercanas.  Polibio no imaginó la existencia de los aviones; Polibio, sin embargo, tenía muy claras las causas que pueden cancelar un aeropuerto y terminar con una nación.

Lo anteriormente expuesto va para todos los sistemas, supuestamente democráticos que terminan imponiendo decisiones sin ver más allá de los intereses personales o de grupo para su continuidad en el poder o pasar como depredadores de la nación; y va el caso para la selección del fiscal general del estado con reformas constitucionales a modo para imponer a quien convenga a sus intereses y ¡Al tiempo!

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