Protagonista: de presidente a ciudadano

En su despedida, el presidente del 'Yes we can' nos recordó que una democracia con toda su vitalidad no puede darse por sentada...

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En unos días Barack Obama entregará la estafeta a su sucesor,  fiel a un ritual  de la política estadunidense implantada por George Washington en 1796, lo hace dejando un discurso de despedida.

Siendo un comunicador privilegiado, más que una despedida, su discurso fue un acto de renovación, el cierre de un ciclo. Una oda a la democracia en la cual pudo combinar varios mensajes y crear un momento memorable donde un líder y su pueblo renuevan su fe.

Les recordó a sus escuchas que en una democracia el puesto más alto no es el de presidente, sino el de ciudadano.

Estas últimas palabras me hacen pensar en México, cuando en el año 2000 dimos el gigantesco paso de la alternancia en la Presidencia de la República; más que un logro de un candidato, los partidos o la oposición, fue un logro de toda la  ciudadanía.

Ese año de transición el gran protagonista fue el ciudadano; pero desde entonces, al igual que los osos que permanecen en un estado de letargo durante el invierno, hemos ido desapareciendo de la vida política; como si entráramos en un estado de hibernación del cual despertamos cada tres o seis años. Al ser ciudadanos de baja intensidad hemos dado pie a que nuestra democracia se reduzca a un mero ejercicio electoral.

A veces pareciera que creemos que ser ciudadanos comprometidos con la democracia se reduce a tener una credencial de elector y presentarse a votar en tiempos de elección.

En algún punto del discurso de Obama hay una intervención, quizá una de mis favoritas, habla no como presidente sino como alguien que en unos días nuevamente será ciudadano: “Te necesita a ti, no sólo cuando hay una elección, no sólo cuando tus intereses están en juego, sino sobre todo el lapso de tu vida. Si estás cansado de discutir con desconocidos por el internet, intenta hacerlo en persona. Si algo necesita arreglo, amárrate las agujetas y sal a organizar. Si estás decepcionado con tus oficiales elegidos, consigue firmas y postúlate para un cargo. Preséntate.  Échate un clavado.  Persevera”. 

En su despedida, el presidente del “Yes we can” nos recordó que una democracia con toda su vitalidad no puede darse por sentada; que un acto de indiferencia puede ser un acto de traición a sus cimientos,  pues ésta demanda participación continua; que el ritual de participación de cada uno de nosotros es la maquinaria de movimiento perpetuo que la mantiene viva.

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