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Todavía no ha arrancado formalmente el período de campaña y la guerra sucia está embarrando a todos los precandidatos, unos por su cercanía con los anteriores gobernadores cuyo paso por el gobierno estatal provocó severos quebrantos económicos y otros por su relación directa o indirecta con el actual mandatario estatal. 

Esto no es nada nuevo, cierto, sin embargo en cada nueva elección se inauguran formas inéditas de exhibición del adversario, en perjuicio de los candidatos que buscan algún puesto de elección popular o por la vía plurinominal, que es la modalidad que muchos políticos prefieren para no desgastar su de por sí maltrecha imagen y con la posibilidad de ocupar una curul. 

La guerra sucia estará en su mayor apogeo conforme transcurran los días antes de la elección de los candidatos, pero sobre todo cuando quede poco tiempo para el día en que los ciudadanos acudamos a las urnas para elegir a quienes para bien o para mal (casi siempre es lo último), nos gobernarán. 

Pero el problema de fondo va más allá de si uno u otro candidato tiene cola que le pisen y que por tanto no deberíamos votar por él; lo grave es que en la maraña de descalificaciones, críticas, denuestos e insultos, los ciudadanos no podamos distinguir las propuestas para sacar conclusiones que nos aseguren que votaremos por el menos malo. 

¿Cómo saber distinguir entre un candidato malo u otro peor, si todos son exhibidos incluso con saña por sus opositores, cuyo objetivo es evitar que alcance el poder que tanto deslumbra y enloquece a quienes lo ostentan, convirtiéndolos en casi dioses todopoderosos que como política, privilegian la venganza contra los que consideran sus enemigos? 

Aquí los ciudadanos no tenemos vela en el entierro, primero porque los partidos políticos imponen a sus candidatos tomando en cuenta intereses particulares o de grupo, que no tienen nada que ver con las máximas aspiraciones del pueblo y segundo, porque ya en el poder, buscan inopinadamente destruir a sus enemigos o convertirse en nuevos ricos manejando a su antojo los recursos públicos. 

En Quintana Roo hay una mescolanza tal de políticos, que en estos momentos no sabemos cuál es en realidad su ideología, eso en caso de que la tengan, porque ayer fueron priistas, hoy perredistas, mañana panistas y así se van por todo el espectro partidista. Sin embargo, en ninguno de los casos podemos distinguir algún beneficio para la sociedad que como siempre, será plato de segunda mesa de las ambiciones de esos personajes. 

Visto así, las elecciones del próximo 1 de julio, en las que se renuevan a nivel estatal las presidencias municipales y se conforma la XVI Legislatura, además de las diputaciones federales y senadurías, serán un referéndum para todos y saben una cosa, es muy posible que todos queden reprobados. 

Ya no podemos creer que los candidatos busquen el bienestar de los ciudadanos, eso quedó muy en el pasado, ahora se privilegia la toma del poder para satisfacer los intereses de los diversos grupos políticos, porque se han dado cuenta que México y Quintana Roo son un inmenso botín que está a la mano, total que la ley se ajusta y se tuerce al gusto de los poderosos.

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