¿Quiénes son más de culpar?

A cuatro meses de la tragedia, nada involucra en el delito a elementos del Ejército, pero sí en el esfuerzo de hallar a las víctimas y la aprehensión de sus verdugos, como el apodado Cepillo.

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Ningún gobierno en el mundo, sea cual fuere su origen, ideología, régimen político o sistema jurídico, permitiría la entrada a los cuarteles de su Ejército a quienes quisieran hallar en ellos a personas desaparecidas. ¡Pues el de México ha dicho que sí lo permitirá!

No hablamos, siquiera, de representantes de derechos humanos —que tampoco los autorizarían—, sino de la entrada de particulares controlados y conducidos por grupos subversivos.

De ello deviene preguntar: ¿cuáles son más de culpar: quienes gritan para que les abran o el que los deja pasar?

Nadie puede creer, si tiene dos dedos de frente, que esa pasarela honrará al gobierno mexicano; que se tomará como apertura y transparencia gubernamental; que será ejemplo a seguir en otras latitudes; que se  hallará a los estudiantes; o que los dolientes y sus asesores saldrán satisfechos y agradecidos.

Por el contrario, la incursión será penosa para México por el espectáculo que dará al mundo; contraproducente, pues la aprovecharán los carroñeros para violentar más al país y seguir difamando al Ejército; y agraviante para éste al obsequiar el gobierno una solicitud absurda y perversa que, en sí misma, sugiere culpa y produce deshonra.

Los hechos ciertos, que obligan a la negativa son:

1. Nada más justo que el dolor y la indignación ante el demencial crimen perpetrado a los normalistas, la búsqueda de éstos y la exigencia de castigo para los malhechores.

2. A cuatro meses de la tragedia, nada involucra en el delito a elementos del Ejército, pero sí en el esfuerzo de hallar a las víctimas y la aprehensión de sus verdugos, como el apodado Cepillo.

3. El mundo entero ha observado, a través de la televisión, la infiltración de “activistas” y grupos violentos en las marchas de familiares, amigos y compañeros de los desaparecidos. Ha sido descarado el uso y abuso que de los dolientes han hecho quienes en su actividad cotidiana realizan toda clase de fechorías para desquiciar la vida social, y ahora promueven la incursión cuartelera.

4. No hay precedente de un despliegue mayor, ni más intenso, de autoridades y ciudadanos, con el apoyo de las fuerzas armadas, en la búsqueda de los desaparecidos, no obstante que en México son muchos miles, en la última década, de los que se desconoce su paradero.

5. Es incuestionable el denodado esfuerzo de la PGR por conocer la verdad, hallar a los estudiantes —o sus restos— y poner ante los jueces a los criminales. Con el tiempo se sabrá de errores en la investigación, propios de toda tarea humana —más en este asunto tan difícil y lacerante—, pero los resultados son duros: casi un centenar de presuntos asesinos presos y sujetos a proceso, algunos confesos; identificados científicamente los restos de uno de los jóvenes; y miles de datos en el expediente que van develando la verdad y llevan al castigo de los responsables.

Por estas y otras razones, como la trascendente tarea de las fuerzas armadas, debe evitarse la absurda y ofensiva pasarela que puede conducir a la antesala del Estado fallido.

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