Han pasado solo un par de días después del 19 de septiembre del 2017. La historia de nuestro país y de sus ciudadanos, ha vuelto a cambiar. Los ciudadanos, igual que en 1985, se organizaron, se organizan, en verdaderas redes sociales, rescatando en todos los sentidos a desconocidos. Las autoridades, en su mayoría rebasadas, tratan de coordinar a ciudadanos que en pocas horas ya se han conocido y reconocido.

Esta generación de jóvenes que no vivió el temblor del 85, le vuelve a dar sentido a tanta desgracia. Esta generación aprendió rápido, y a pesar de que cree en pocas cosas, o en pocas personas, tiene valor y cree que es posible tender la mano y encontrar más manos. Estos ciudadanos que piden silencio con las manos para tratar de escuchar a quien apenas puede gritar bajo los escombros.

Estos ciudadanos, en su mayoría jóvenes, hablan y escriben de lo que hace falta para salvar vidas.   Y a la manera del poema de José Emilio Pacheco, ´´Alta traición´´ nos refieren que:

No amo mi patria. 
Su fulgor abstracto 
es inasible. 
Pero (aunque suene mal) 
daría la vida 
por diez lugares suyos, 
cierta gente, 
puertos, bosques de pinos, 
fortalezas, 
una ciudad deshecha, 
gris, monstruosa, 
varias figuras de su historia, 
montañas 
-y tres o cuatro ríos.

Estos jóvenes iniciaron la reconstrucción del país, moviendo escombros, con las manos, con palas, con cubetas, la verdad es que las viejas estructuras se vencieron, y a pesar del dolor, de la tristeza, de las ausencias, estos jóvenes están reconstruyendo no solo la Ciudad de México, o Puebla o Morelos. Están volviendo a construir a la patria.