UBER en Cancún

Esta semana quiero compartirles mi visión sobre un tema polémico: UBER en Cancún. No es un tema nuevo, pero si en los últimos días...

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Esta semana quiero compartirles mi visión sobre un tema polémico: UBER en Cancún. No es un tema nuevo, pero si en los últimos días (dado que mi auto se averió y he estado casi una semana sin él), un tema en el que he estado involucrado y me ha permitido conocer un poco más de cerca a los actores.

Primero, vale la pena señalar que el crecimiento de la economía colaborativa es un proceso global al que nadie puede estar ajeno; el uso de plataformas tecnológicas para la satisfacción de necesidades de clientes y su enlace con ofertas innovadoras, va cada día en aumento; hoy, es un sector que representa 15,000 millones de dólares por año, y se espera que crezca hasta 335,000 millones de dólares en los próximos diez años.

Pero nos equivocamos si pensamos que es un tema de tecnología… No, no lo es. Es un tema de modelo de hacer / compartir negocios cuyo principal valor, desde mi punto de vista, es la capacidad que tiene el usuario de elegir lo que es más conveniente para él en términos de sus propias necesidades, que por cierto, son cambiantes a una velocidad impresionante.

Y eso es algo que no han terminado de entender aquellos que se oponen a que este tipo de modelos lleguen a sus ciudades; si, claro, tiene implicaciones legales que van más allá del hecho de una preferencia del usuario, lo entiendo, pero precisamente eso es en lo que hay que trabajar; pelear contra una tendencia de mercado terminará haciendo que quienes pelean, pierdan más y más competitividad.

La pregunta que he hecho en estos 18 - 20 viajes que he usado a través de UBER en Cancún es siempre la misma: ¿y cómo les va con los taxistas? Y las respuestas son todas similares: nos atacan, nos cierran el paso, golpean nuestros autos, nos acorralan para llamar a los inspectores… Pero a pesar de eso, la gente lo sigue pidiendo y prefiriendo por muchos temas, que van desde costo hasta mejor servicio y calidad del viaje y del medio de transporte.

Un ejemplo: un radiotaxi me cobra $260 pesos por llevarme de casa al aeropuerto, lo que hago de forma muy frecuente, mientras que en UBER he pagado 90 – 120 pesos máximo, es decir casi 3 veces menos que en un viaje en taxi. Y ni hablar de los precios de los taxis en Aeropuerto, que son verdaderamente exagerados: haciendo cuentas, ¡pago casi $50 pesos por minuto por un viaje del Aeropuerto a casa!

Hay muchos temas de los que podría hablar al respecto, pero hoy, me centraré en uno en especial que ha sido también recurrente en esta pequeña investigación de campo que he estado obligado a hacer: la imagen que le da el destino turístico a los viajeros.

México es considerado un país peligroso, se dice y, me consta, los encargados de la promoción del destino y las empresas turísticas hacen una gran labor por convencer a operadores y turistas que llenen nuestros cuartos de hotel, visiten nuestras atracciones y generen derrama en el destino.

Ahora imaginen a un turista global, millenial, hiperconectado, que se mueve en UBER, usa couchsurfing y come a través de VizEat en los destinos a los que viaja, es decir, un “turista colaborativo”; ahora véanlo llegando a Cancún, queriendo hacer uso de UBER para moverse y, de repente, se encuentra rodeado de gente con cara de pocos amigos, que detiene la unidad en la que viaja, que agreden. ¿Qué imagen se lleva el turista?

Si quieren prohibir estas plataformas, evitemos tener internet, cancelemos la comunicación, no hagamos infraestructura para que el usuario no se conecte, regresemos el tiempo y volvamos a esas épocas donde los cacicazgos dominaban el modo de hacer negocios… Aunque pensándolo bien, tal vez en nuestro Cancún no hemos avanzado en el tiempo en ese sentido.

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