Amenaza catástrofe migratoria

Como todo lo que tiene que ver con Estados Unidos, Quintana Roo queda irremisiblemente...

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Como todo lo que tiene que ver con Estados Unidos, Quintana Roo queda irremisiblemente en medio de todo lo que sucede en la relación bilateral con el gigante de nuestro subcontinente.

La crisis migratoria sin precedentes que vive México –antes las oleadas eran de refugiados por las guerras intestinas en Centroamérica, y Quintana Roo fue receptor de esos flujos: tenemos comunidades enteras en nuestro estado de nativos y descendientes guatemaltecos, como Maya Balam, Kuchumatán y Caanlumil, que no gozan precisamente de una vida próspera, pero al menos escaparon de la masacre– es totalmente sui generis: caso ningún presidente mexicano había sido tan maltratado por un homólogo estadounidense como lo ha sido Andrés Manuel López Obrador por parte del impertinente Donald Trump, lo que no puede calificarse sino de humillación.

Es evidente que lo que está sucediendo no es principal culpa del presidente mexicano sino de la prepotencia del estadounidense, pero su sumisión al vecino del norte –que recuerda a la de su pétreo ícono Benito Juárez– no ha ayudado en nada: desde el primer día el tabasqueño dejó ver su amor por el neoyorquino y su decisión de fortalecer los lazos con la potencia norteamericana, lo cual por supuesto es más que entendible: tenemos una dependencia total de la economía, la política y la seguridad de aquellos que de alguna manera parece no haber otra salida que el sometimiento.

A los guiños y los mensajes de amistad con melosos visos del Día de San Valentín que envió casi a diario López a Trump, sin embargo, el rubio mandatario del norteño vecino acaba de responder con el más grosero de los desprecios. No podemos definir si fue malo o fue bueno que Andrés Manuel haya respondido con obediencia al establecer un bloque de nuestra frontera sur a la frontera con nuestros vecinos istmeños.

Hay que decirlo: la amenaza de Trump de fijar un arancel progresivo desde un cinco por ciento a las exportaciones mexicanas a Estados Unidos significaba una catástrofe económica que México no se puede dar el lujo de padecer, por lo que la decisión de ceder de López Obrador no parece tan errada, sino acaso desesperada. No podemos negar que se perdió en soberanía, en humanitarismo y en solidaridad latinoamericana con los empobrecidos países que están al sur de nuestras fronteras, pero no percibimos otra opción que tuviera el presidente.

Fueron entre medio millón y un millón de centroamericanos los que se internaron en México con el propósito de llagar a Estados Unidos en lo que va del año, la mayor parte hondureños, aunque la proporción de guatemaltecos y salvadoreños es igualmente bastante elevada.

El problema es que la alta cantidad de inmigrantes que por el pacto de México con Estados Unidos para evitar el castigo arancelario impuesto por Trump el costo sin duda será insostenible: cientos de miles de refugiados que México se ofreció a contener más los que sean deportados de Estados Unidos por el mismo acuerdo no pueden ser asimilados por nuestra economía de manera ordenada o por lo menos normal. ¿A dónde irán a parar? Quienes vivimos en este estado turístico bien podemos imaginarlo, porque sabemos que buena parte de nuestros paisanos quintanarroenses son nacidos o descendientes de centroamericanos, que llegan en busca de aprovechar las bondades económicas, de empleo, pues, que ofrece el Caribe mexicano. No podemos cerrarles las puertas, pues amén de anticonstitucional sería inhumano, pero sin duda tendremos muchos problemas.

El principal pero para México, en el largo plazo, no será la gente que transita hacia Estados Unidos, sino la que se tenga que acomodar en nuestro país para vivir –o sobrevivir– mayoritariamente como una especie de lumpen-proletariado, y sabemos muy bien que Quintana Roo es un estado eminentemente receptor de inmigrantes. A ver qué sucede.

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