Informe y Quintana Roo

La inclusión de las estaciones de Cancún y Chetumal anunciada por el presidente Andrés Manuel...

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La inclusión de las estaciones de Cancún y Chetumal anunciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador en la ruta del Tren Maya (suman 18) es lo que pude darle un verdadero sentido de desarrollo y crecimiento económico a nuestro estado, pero los beneficios vendrían en el largo plazo.

Ayer, en su primer informe de actividades –que llamaron “Tercer Informe”, a pesar de que es una obligación constitucional anual que se entrega al congreso, no al “pueblo bueno”, se anunció el inminente arranque a una incipiente primera etapa del proyecto que se entregará el 13 de diciembre. Eso fue lo único relevante para el estado, pues por lo menos el mensaje pareció perfectamente priista: fue una lluvia de cifras que tomadas una por una son en verdad paupérrimas, con la relativa excepción de algunos apoyos sociales.

Presumió el presidente la desaparición Consejo de Promoción Turística como un gran logro, cuando se trataba, incluso por arriba de la industria maquiladora automotriz, del casi único sector de la economía mexicana con crecimiento sostenido desde hace mucho tiempo, pues los ingresos por exportaciones de hidrocarburos se han contraído año con año y las remesas de los trabajadores mexicanos en el extranjero –que curiosamente López también presume constantemente como logro de su gobierno– son un incidente geoeconómico que solo refleja la pobreza de los compatriotas que son expulsados por nuestro país.

Todo el año nos hemos enterado de los recortes al presupuesto, los despidos en el sector público, la reducción del gasto y la inversión gubernamentales por la “austeridad” con severa afectación a los estados –Quintana Roo no se libró en absoluto–; la inversión que hay es solo la que ya estaba en marcha. Ayer el mandatario por fin admitió que el crecimiento es ínfimo, mas volvió a decir que no hay problema: que vamos muy bien.

Lo que llamó “nueva política productiva” lo desglosó en expresiones como “fortalecer la economía popular”, “impulsar proyectos para el desarrollo regional”, “fomentar la participación de la iniciativa privada”, “promover la intensificación del comercio exterior” y “aumentar la captación de la inversión extranjera”. ¿Qué presidente del México posrevolucionario no ha dicho exactamente lo mismo? Al igual que los priistas, no dijo nada de cómo pretende lograr estas metas.

Concreto, solo vemos al Tren Maya y a la Refinería de Dos Bocas, porque los costosos y nada funcionales parches con los que se pretende paliar la caprichosa cancelación del aeropuerto de Texcoco –imagínese el lector aterrizar en Santa Lucía y tener un transborde que despegue de Toluca– no pueden contarse porque más fue lo que se perdió que lo que se ganó.

Ninguno de los proyectos, salvo el empleo temporal, podrá aportar nada a la región en el corto ni mediano plazos: los nombres técnicos son engañosos y tal vez haya gente que piense que con la ejecución de la “ingeniería básica” para el Tren Maya se tendrá un gran avance, pero no será así: lo que ya se concursó bajo ese rubro, en palabras del director de Fonatur Rogelio Jiménez Pons, es “la ingeniería y diseño de diversos estudios y proyectos como cartografía, topografía, geología, geotecnia, geofísica, trazo geométrico, terracerías, estructuras y obras inducidas”, lo que significa que en realidad son preliminares que ni siquiera desembocarán en un proyecto ejecutivo, mucho menos en algo tangible. Puras entelequias.

Mas somos de los que creemos que, pase lo que pase y a reserva del perjuicio ecológico imposible de evitar del todo y de una hasta ahora solo imaginaria afectación arqueológica, la obra será sin duda importante para nuestra economía en el futuro, aunque sea subsidiada, pues negocio tampoco será.

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