Falacias

Todo indica que no habrá Tren Maya. Durante la semana anterior comentaron...

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Todo indica que no habrá Tren Maya. Durante la semana anterior comentaron columnistas de Chetumal las falacias del presidente Andrés Manuel López Obrador, que prometió maravillas para el sur de Quintana Roo –en especial para la capital– que ahora sabemos que nunca se realizarán. No habrá “zona libre”, un engaño para la población desde el mismo concepto, pues se alentó a la gente a creer que volvería el esplendor de los tiempos del comercio de mercancías de importación –o contrabando–, cuando nunca fue la idea; no se mudará a Chetumal la Secretaría de Turismo federal, y no existirá, por lo menos en el corto y mediano plazos, ningún tipo de estímulo federal para la zona, que el secretario de Hacienda Arturo Herrera Gutiérrez, con franqueza que se le agradece aunque cruda sea, descartó definitivamente.

Los logros en la economía mexicana, como la baja inflación y el tipo de cambio estable, que pagamos los mexicanos con pobreza y carestía, no son del gobierno federal, sino del banco central, y se mantienen precisamente porque en macroeconomía seguimos aún los dictados del consenso de Washington, que es el decálogo del neoliberalismo que tanto critica el presidente pero no toca ni con el pétalo de una queja. En cuanto lo abandonáremos, como ha insinuado el mismo López Obrador que lo haremos, se acabarían los lindos indicadores y nos “venezolaríamos”.

¿Por qué no van a caminar los proyectos federales en Quintana Roo? Por la misma razón que no van a funcionar la mayoría de los que se han planteado para el país. “(Es) la economía, estúpido”, le dijo Bill Clinton a George H. W. Bush, a quien como buen republicano le tenían sin cuidado las condiciones de vida del pueblo mientras libraba sus guerras globales, y algo parecido es lo que está haciendo nuestro presidente al sustraer enormes cantidades del presupuesto de la nación, acusadamente el destinado a las entidades federativas, para financiar sus improductivos programas populistas.

“Ninis”, ancianos, estudiantes en las escuelas patito de la “cuarta transformación” y madres solteras tendrán su billetito a costa de los recursos para salud, educación, cultura y prácticamente todos los rubros que los gobiernos mexicanos posrevolucionarios habían asumido, corrupción y todo, como esenciales para la justicia social.

Las cifras no mienten, y particularmente porque las brindan dependencias gubernamentales descentralizadas. En 2017 se generaron 66 mil 819 empleos. Este año, con López, estamos en 35 mil 228. En crecimiento económico, en 2015 tuvimos 3.3 del, PIB, aunque caímos a dos puntos en 2018; con López Obrador vamos, en este año, en ¡0.3 por ciento!, probablemente la tasa más baja del México posrevolucionario.

Hay varios indicadores positivos para el año que lleva el presidente Andrés Manuel en la presidencia del país, –más o menos la mitad de los que se consideran para criterios del índice de desarrollo humano, por ejemplo–, es cierto y hay que celebrarlo, pero los que pudieran incidir en el desarrollo de las regiones y los estados del país están por la calle de la amargura.

Los gobernadores del Goan (PAN), incluso antes de la elección del 2018, le tendieron la mano en espera de que la expulsión del PRI de la presidencia resultara en mejores condiciones para sus estados, pero ha salido justo lo contrario: la total inanición. Ya se desesperaron. El gobierno de AMLO, aunque populista, es ultraconservador, al estilo del republicano Tea Party de Estados Unidos, que para el sector público solo sabe decir “rásquense con sus propias uñas”.

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