Una buena en la economía

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía informó que el mes pasado el índice nacional...

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El Instituto Nacional de Estadística y Geografía informó que el mes pasado el índice nacional de precios al consumidor aumentó muy marginalmente, apenas 0.81% con respecto a octubre, lo que significó la tasa más baja desde septiembre de 2016, hace poco más de tres años; el indicador, junto con el tipo de cambio frente al dólar, que también tiene un buen comportamiento desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia del país, tuvo una de las mayores atenciones de los gobiernos que el mandatario caracteriza como neoliberales, y ciertamente es de los más relevantes para la evaluación económica de los países.

También la inflación es de los renglones de la economía que más inciden en el bienestar de la población, aspecto muy caro para la política que si bien no es de izquierda sí es populista –en este caso el término debe tomarse en significación positiva– que sostiene Andrés López: la gente no resentirá tanto la cuasi-recesión que padecemos en México en tanto no se pierdan los puestos de trabajo y no se desate la insolvencia por aumentos incontrolados de los precios de los productos básicos al consumidor.

Si bien es cierto que dichos rendimientos positivos no nos alejan de los umbrales de riesgo para nuestra viabilidad como país que se derivan del nulo crecimiento económico, que contrastado con los modestos pero positivos ritmos de los de otros países, es en verdad pésimo, es un alivio saber que el sufrimiento de la población por el mal desempeño de la nación por ahora será más o menos leve, pues la modesta elevación de los precios al consumidor y la conservación de la planta laboral del país, factores que confirman el Inegi y los datos del Banco de México, no ayudarán al crecimiento del país pero derivarán en un cierto bienestar, así sea temporal, lo cual, por todos los conceptos, es deseable.

Desde luego, lo más importante del asunto referido es que los mexicanos sufriremos menos las adversidades de la economía, pero en el fondo y con una visión de mayor calado lo que realmente vale la pena destacar es que es posible satisfacer dos aspiraciones de la política económica que aparentemente son opuestas: los gobiernos no deben regir sus políticas solo por los indicadores marcroeconómicos, dejando de lado el mandato supremo de procurar el bienestar de la gente, pero tampoco es benéfico socavar las bases de la economía con tal de cumplir promesas populistas más bien alucinadas.

Lo que comentamos arriba implica que el gobierno de Andrés López no se ha situado en ningún extremo, aunque lo que tanto hemos criticado aquí –la desatención y hasta los atentados en contra de los principios de la economía mundial– sí se ha dado y nos ha sacado de las “canchas” de las economías competitivas e incluso nos ha convertido en un país que ya no podría emitir más que bonos “chatarra” –o sea: México, con este gobierno de la “cuarta transformación”, dejó de ser sujeto de crédito a nivel mundial–, no todo está perdido.

Estamos en condiciones de aprovechar el bono de la economía social –antigua expresión que López pretende haber inventado en su insulso panfleto así referido– que los indicadores muestran y, aunque ya no parece factible echar atrás la infausta cancelación del aeropuerto de Texcoco –el más rudo golpe a la inversión nacional e internacional de la historia de México–, si se dejan de lado los disparates del presidente algo se podrá hacer, pues la fortaleza de la política social de su mandato también incide en la economía, como se ve, de manera bastante positiva.

¡Que alguien le compre un Nintendo al presidente, pues mientras no se mete en la economía las cosas lucen como factibles de funcionar! Su liderazgo y su tendencia a la procuración del bienestar social de los mexicanos parecen estar dejando efectos positivos para el país.

El secretario de Hacienda Arturo Herrera Gutiérrez, que no tiene el bronco carácter aunque sí la capacidad e inteligencia de su antecesor Carlos Urzúa Macías, ahorcado en lunes por las irracionales políticas económicas de López, al parecer ha sabido domeñar a su cerrero jefe. No todo está perdido, diría el clásico.

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