¿Aún creen en el PRI?

En parte es verdad que Meade no representa al PRI, pero sí al ala neoliberal del PRIAN.

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Con el destape de José Antonio Meade como candidato del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República, se cumple, aunque no de manera tradicional como antaño, con el ritual del destape, sólo que ahora con un personaje no salido oficialmente de las filas del PRI. 

Se comprueba de esta manera que Enrique Peña Nieto quiere trascender su propio sexenio en la figura del ex Secretario de Hacienda, al que los opositores tildan de ser un tipo duro, tecnócrata, que seguirá los designios de las grandes corporaciones financieras internacionales. 

En parte es verdad que Meade no representa al PRI, pero sí al ala neoliberal del PRIAN que gobierna desde la época de Miguel de la Madrid Hurtado hasta el presente con Enrique Peña Nieto y sus reformas estructurales, que en nada han beneficiado al pueblo de México.

En más de cinco años que lleva la actual Presidencia, se ha incrementado la inseguridad en todo el país, con la terrible carga de asesinados y desaparecidos que ni siquiera se puede comparar con los países en guerra. Los índices de pobreza y pobreza extrema, van a la alza, lo mismo que las injusticias, corrupción e impunidad, que son cuestiones que forman parte de nuestro imaginario colectivo. 

José Antonio Meade es un personaje nacido en cuna de oro y pañales de seda, muy lejano de lo que representa la inmensa mayoría de mexicanos que vive en la marginación, sin posibilidades de estudio, con empleos mal pagados, explotados laboralmente y sin futuro. 

La decisión del presidente Peña Nieto de apostar por un candidato no vinculado al PRI de manera abierta, busca convencer a los mexicanos de que es distinto, que no pertenece a ese instituto político que durante tantos años ha demostrado que no puede cambiar, que está en sus genes la semilla del autoritarismo, la antidemocracia y la simulación. 

Pero Meade no es político, es un tecnócrata que no se interesa si sus estrategias macroeconómicas lastimarán más a los pobres y marginados, a la clase media, a los burócratas, obreros y campesinos. Lo importante es que las fórmulas económicas impuestas a rajatabla por los grandes centros financieros que en realidad gobiernan al mundo, sigan operando en todos los países que como México, está atado de pies y manos ante la usura internacional aceptada por sus gobernantes. 

Por el otro lado está la figura populista de Andrés Manuel López Obrador, quien con su vieja retórica sigue vivo debido el malestar de los mexicanos por los agravios sufridos a manos de los priistas neoliberales e insensibles ante la desgracia humana. 

Parece que no habrá de otra: o votar por el personaje que quiere perpetuar el saqueo indiscriminado del país, con sus secuelas de más pobreza, marginación y desigualdad social y económica o hacerlo por la opción de un modelo asistencialista populista aprendido en el seno del PRI. En ambos casos, lo más seguro es que nuestro futuro como no será el más halagüeño. 

De los demás candidatos no se espera siquiera que ganen porque sólo buscarán estar en la jugada por alguna recompensa futura, sin que muestren ningún interés en cambiar las estructuras políticas que impiden que México sea un país distinto, donde se respeten las leyes y se combata la impunidad y la corrupción.

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