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Como si se tratara del gran logro del siglo, se difundió masivamente el anuncio del incremento del salario mínimo general, que pasa de 80.04 a 88. 36 pesos, vigente para el 2018, con el que millones de trabajadores mexicanos deberán hacer frente al aumento en los productos de la canasta básica, el agua, la luz, el gas, el transporte, los gastos de la escuela de sus hijos y muchos etcéteras más. 

Mientras ello ocurre como si se tratara de la gran panacea que terminará por derrumbar las barreras de la desigualdad social, nuestros “representantes” populares siguen ganando sueldos estratosféricos que un obrero jamás podrá alcanzar ni viviendo 20 vidas de manera continua, ese es el verdadero México, el de las grandes mentiras y de políticos que desde hace mucho tiempo dejaron de ser confiables. 

¿Pero qué nos cuentan de los ex presidentes que reciben una pensión vitalicia con cargo al sufrido pueblo mexicano, como si tales personajes tuvieran la necesidad de seguir expoliando al país después de sus desastrosos gobiernos que sólo acumularon más pobreza y resentimiento? 

¿Recuerdan también que los ilustres legisladores, sean federales o estatales, reciben todo tipo de apoyos para no pasar hambre, ni enfermarse, ni privarse de sus viajes y sus viandas gourmet? 

¿O los funcionarios que ganan sueldos que ni en los países más ricos podrían devengar, sólo porque sienten que hacen una gran labor en beneficio de los que menos tienen, cuando en realidad son simples burócratas trastocados en personajes infumables, cuyo único propósito en la vida es hacerse ricos de la noche a la mañana?

Hagamos cuentas: si un trabajador gana el salario mínimo de 88.36 pesos diarios, al mes su sueldo será de dos mil 650 pesos y si tiene la fortuna y un patrón un poco más comprensivo, podría llegar a un salario del doble, es decir, de poco más de cinco mil pesos.

Ese sueldo no alcanza más que para morirse de hambre, ni siquiera cubre las necesidades básicas de una familia mexicana promedio, que es de cuatro integrantes. Eso sí, para las autoridades gubernamentales, el aumento en el salario mínimo es un hecho histórico que todos deberíamos aplaudir, pero en realidad, únicamente resulta una burla más al sufrido pueblo trabajador, que con su esfuerzo contribuye a generar riqueza en otros y más miseria para ellos.

Hace unos días celebramos el aniversario 107 del inicio de la Revolución Mexicana, un movimiento social cuyo objetivo era que los mexicanos accedieran a una vida mejor, pero a más de un siglo, las condiciones sociales están peores en casi todos los aspectos. 

Las desigualdades son cada vez más dramáticas, las injusticias el pan de todos los días, la impunidad y la corrupción son moneda de cambio corriente, además vivimos bajo niveles de inseguridad y violencia generalizadas, sobre todo afectando la vida de mujeres y niños. 

Allá, en su mundo de cristal, los hombres y mujeres del poder siguen preocupados por sus carros de lujo, por no saber dónde escoger para vacacionar: si en Estados Unidos o en Europa o qué tipo de marcas caras de ropa adquirir para este fin de año. 

Pero existe otro México, el que ellos no quieren ver o al que se acercan cada vez que necesitan darse baños de pueblo en busca de satisfacer sus intereses mezquinos. Estos políticos han heredado el poder de sus padres y abuelos como una dinastía; los millones de marginados, entre tanto, sólo heredan un mundo de sufrimiento y amargura.

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