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Aunque quienes la favorecen dicen que es natural, los humanos no practicábamos la placentofagia . (Contexto/ diario.com)
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Redacción
CANCÚN, Q. Roo.- La mayoría de los mamíferos se comen la placenta inmediatamente después del parto. Algunos estudios sugieren que es para eliminar la sangre que pueda atraer a los depredadores. 

Hay reportes de culturas antiguas sobre los beneficios de este órgano hormonal que alimenta al feto y lo conecta con su madre. Asimismo, en oriente se vende como medicina tradicional. Según la publicación EverydayHealth, estas culturas emplean la placenta para tratar la infertilidad, la impotencia y mejorar la lactancia.

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En 2008, el actor Matthew McConaughey guardó la placenta tras el nacimiento de su hijo y le dijo a CNN: “Va a estar con las orquídeas y producirá frutas maravillosas. Cuando estuve en Australia tenían un árbol de placenta (…) y allí enterraban todas las placentas de la tribu. Ese árbol era el más saludable, grande y alto de todos”. 

Aunque quienes la favorecen dicen que es natural, los humanos no practicaban la placentofagia antes de que la sociedad la calificara de “repulsiva”. 

Propiedades curativas

En una revisión histórica, William Ober afirma que a la placenta se le han otorgado ciertas propiedades curativas, pero es probable que las circunstancias en las que se llevaba a cabo esta actividad fueran, en su mayoría, extremas como las hambrunas. El autor concluyó que “con la suficiente motivación, la humanidad se come lo que sea”. 

La práctica moderna de madres que se comen sus propias placentas no se estableció sino hasta los setentas cuando, según Ober, una “mujer de la contracultura” lo hizo después de dar a luz en su comunidad. Las mujeres, quienes también se unieron al acto, lo describieron como “maravilloso, reconstituyente y delicioso”

Entre los beneficios que las participantes le adjudicaron a comerse su placenta, el más frecuente fue un mejor estado de ánimo y bienestar general. Aunque algunas experimentaron dolores de cabeza, “eructos molestos”, brotes en el bebé, calores, calambres, sangrado, estreñimiento y hasta estigma social, el 75 por ciento manifestó haber tenido una “experiencia muy positiva”. 

Beneficios no estudiados

En un estudio publicado en marzo de este año en la revista “Ecology of Food and Nutrition”, Mark Kristal, investigador y profesor de neurociencias de la Universidad Estatal de Nueva York (EE. UU.), explicó que el hecho de que “las madres de ahora lo hagan independientemente de la dosis, el método o la preparación sugiere más un efecto placebo que médico”. 

El problema se resume a que tales beneficios no han sido estudiados. Y aun así, Kristal dice que, si se hicieran tales estudios, “los resultados serían médicamente relevantes si fueran favorables, pero si son negativos, las especulaciones y recomendaciones continuarán ya que es imposible probar lo que no existe”. 

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