Como se recordará en mayo de 1989, a 8 meses que el huracán Gilberto azotó a Cancún, se celebró el concurso Miss Universo, en ese entonces, la información que circulaba sobre Cancún después del huracán, daba la imagen de destrucción y no preveía nada bueno para los hoteleros, y por consecuencia a la población en general, por lo que entre las acciones para promover el destino turístico buscaron obtener la sede del certamen Miss Universo, Cancún fue designada sede superando a las otras dos ciudades que la deseaban el certamen:  Tel Aviv en Israel y Viña del Mar en Chile.

La experiencia fue gratificante para toda la población, en especial para los prestadores de servicios turísticos y hoy se puede recordar con esta exposición en la que las señoritas participantes dejaron parte del país que representaron con algún objeto de arte representativo y en algunos casos con artesanías.

De acuerdo con la cédula de la exposición escrita por Sergio Bejarano Sánchez, hacer tributo a la belleza, y muy particularmente a la belleza femenina,  ha sido menester en  la existencia de la humanidad a través del devenir de los tiempos, desde la épocas de la prehistoria, los tiempos medievales en la modernidad  y la contemporaneidad de nuestra existencia. 

Afirma que los certámenes de belleza mundial han servido de escaparate de promoción y publicidad de testimonios, conocimientos, valores y  riquezas naturales de los países participantes representados  en la justa anual de belleza. 

Recuerda que México tuvo el honor de organizar en el año 1989 el Certamen de Miss Universo el cual se efectuó en el Centro de Convenciones de Cancún y para tal fin todas y cada una de las participantes tuvieron  a bien donar al pueblo de Quintana Roo  un obsequio, que desde su muy particular belleza y características de los mismos, representaba las virtudes estéticas, artísticas y riqueza artesanal de los países participantes. 

Es así que el Museo de la Cultura Maya  resguarda y ahora da a conocer a la comunidad Chetumaleña un pedacito de la belleza artística y/o artesanal de los países que ya en el ocaso del siglo XX, ofrecieron al país anfitrión y particularmente a Quintana Roo no ajeno de contar con sus mundialmente conocidas bellezas propias de toda índole.