Refundar, entre lo malo y lo peor

La tragedia no ha pasado. Porque después de todo desastre natural siguen el doloroso recuento de daños...

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La tragedia no ha pasado. Porque después de todo desastre natural siguen el doloroso recuento de daños y la costosa reconstrucción. En esta última fase se abre un debate que procura posicionar al término “refundación”, una idea que gira en torno a rescatar la toma de conciencia de la sociedad civil, tan excluida de las discusiones clave para el desarrollo.

La tragedia no ha terminado porque nos sentimos vulnerables y con pocos espacios de incidencia o que faciliten la participación formal. Porque en ese debate incipiente no se abordan prioridades, como la seguridad social universal garantizada, el crecimiento sustentable o cómo enfrentar la revolución tecnológica con sus efectos sobre el empleo.

Seguramente, en algunos círculos habrá propuestas más completas, pero no permean a la población, lo cual impide que la refundación aludida gane fuerza desde los cimientos para instalarse como visión-misión de la reconstrucción como tal.

La tragedia no ha pasado porque miles se juegan la vida entre lo malo y lo peor. Lo malo, es el daño por sí mismo: el último corte preliminar arroja 360 fallecidos, más de 2 mil millones de dólares en pérdidas, más de 12 mil escuelas dañadas, 150 mil viviendas con algún grado de deterioro, entre otros números lamentables.

Es posible que el Gobierno de la República recurra al recorte presupuestal, a la austeridad, a la suspensión de obras o a la cancelación de proyectos. En un par de semanas veremos si sus decisiones pudieran afectar a Quintana Roo, también en franca consolidación tras otra catástrofe: la política-administrativa heredada de anteriores gobernantes.

Y respecto a lo peor, se han divulgado saqueos a centros de acopio, la pepena en la zona cero, el gasto indebido con tarjetas bancarias halladas en la calle, y sobre todo, el uso proselitista de servidores públicos en campaña política abierta, condenable a todas luces. Quien pueda ayudar no debe dudarlo, menos condicionarlo, pues muchos han quedado sin familia, sin patrimonio y sin empleo.

Asuntos como estos últimos desnudan a ciertos grupúsculos, que sin embargo deben estar incluidos en la etapa de la refundación aspirada por diversos sectores, más allá de los políticos, los empresariales y los académicos.

Es una oportunidad crucial en la historia del país.

Desorbitado

No todo es negativo. Queda demostrada, una vez más, la solidaridad como pilar fundacional. Destaca la tarea incansable de los milénicos, de las fuerzas armadas, de expertos, y de rescatistas nacionales y extranjeros. México sabe bien que su población puede responder ante los apuros más graves y con qué naciones cuenta.

Así, el liderazgo de los jóvenes, la generosidad ante el más desvalido y la ayuda internacional, ha sido de lo mejor. Se convierten en tres ejes que deben procurarse en otros ámbitos para avanzar con firmeza en dicho plan mayor.

El problema es saber quién funcionará como articulador eficaz de tantos esfuerzos y propósitos de largo plazo. En un año electoral, y cuando el gobierno central no goza de aceptable credibilidad, la pregunta es una cruel incógnita a estas alturas.

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