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La última entrega de “Resident Evil” cumple con los fanáticos y entretiene en general, es promedio. (Contexto/Internet)
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Por Rafael R. Deustúa

El primer punto por el que se evalúa a una película es con base en si cumple lo prometido en su publicidad o entregas anteriores y es ahí donde falla de Paul W. S. Anderson, aunque sólo los fanáticos de la franquicia lo notarán desde los primeros minutos del filme. Para los demás es una película igual a las anteriores aventuras de Alicia en el país de los zombis.

Alice despierta en las ruinas de Washington, sola y desarmada, antes de ser contactada por la “Reina roja”, la supercomputadora de Umbrella, quién le explica que le quedan 48 horas a los sobrevivientes de la humanidad. Afirma que hay una cura para el virus T en el “Panal” de Racoon City y es la única esperanza, así que ella debe encaminarse hacia allá sin saber que descubrirá la verdad de su origen.

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Tal como en toda la franquicia de “Resident Evil”, que desde hace bastante se independizó argumentalmente del videojuego en que se basaba, el libreto de la historia sólo existe para justificar una serie de secuencias de suspenso y/o acción donde Milla Jovovich patea traseros. Y tal como en todas esas entregas si tratas de encontrar una justificación te das cuenta que todo está pegado con chicle.

Anderson escribió y produjo las seis entregas de ésta franquicia, dirigió cuatro de ellas y se casó con la protagonista, así que no es raro que rinda algo de homenaje a todo su trabajo, pero sobretodo al primer filme, al acentuar la sensación de terror del filme. Ese ingrediente quedó atrás por los super poderes de Alice, pero ahora se retoma y logra algunos buenos momentos.

Esas lentas secuencias de suspenso son el único descanso en una frenética narración. Anderson bien sabe que si deja que el público piense en lo que ocurre la película se le cae... así que no deja de llevarnos corriendo a lo largo del guión. Lo hace bien, a secas, con algunos momentos brillantes.

Esta vez le roban cámara a Milla Jovovich, nada menos que el villano Ian Glen quién logra un trabajo superior al de entregas anteriores y ellos dos son los únicos que se tomaron en serio sus papeles. Los veteranos de la franquicia, Ali Larter y Shawn Roberts son planos y los nuevos, como William Levy y Ruby Rose son carne de cañón para los zombis. Ever Anderson llama la atención por ser un clon de su mamá: Milla Jovovich.

Los efectos especiales son buenos pero no hay nada novedoso.

Un filme para los fanáticos, aunque si no tiene realmente nada que hacer puede ser una opción.

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