Semilla del bien

Uno agradece que la gente se identifique con las canciones, pero cuando se reflexionan las letras se vuelve un trancazo...

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Uno agradece que la gente se identifique con las canciones, pero cuando se reflexionan las letras se vuelve un trancazo, coloquialmente dicho.

Willy Cordero, cubano nacionalizado mexicano, administrador de un espacio musical en la nueva oferta que ofrece Cancún sobre la avenida Bonampak, no tiene ensayada las palabras de una canción propia que noche a noche transmite a sus invitados, basada en el amor, con la certeza de que se camina seguro sin bajarse de una barca en vaivén azotada en medio de una tormenta. 

Y coincide que una canción sigue al que la escucha, sin importar problemas. Encaja incluso con el mensaje dado por el papa Juan Pablo II a la juventud reunida en Toronto: “Este papa viejo les puede asegurar a sus 80 y tantos años y pico, que no hay nada que pueda derrotar cuando se canta con amor. ¡Ánimo, jóvenes, sean la semilla del bien!”.

Al escuchar las canciones que se enseñan a los niños en los cursos de verano que se imparte en las parroquias de la prelatura Cancún-Chetumal, el amor es el común denominador. Hay niños que mientras cantan, no caminan, pero con su voz enseñan a dar los pasos que corresponde. Otros tienen problemas para ver, pero enseñan al adulto a poner los ojos donde se debe. 

Dos colegios de Cancún comprometieron impartir una asignatura nueva para el siguiente ciclo escolar. Acompañada de música hacen una historia como si fuera una resiliencia, que busca detonar la capacidad de los educandos para sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. El grupo docente promete centrar el programa en las capacidades, valores y atributos positivos de los niños.

En mi parecer es un entrenamiento para que los niños chiquitos se aprendan a frustrar. Pero estoy hablando de niños “acomodados”, porque los que no están en esa posición ya se han frustrado varias veces por su condición económica. No es un programa que pongan, por ejemplo, a los niños que llegan al curso de verano en la iglesia.

La escuela ayuda a estos niños bien a que aprendan a frustrarse, porque no han llevado esa educación. No ha sido su contexto, pero el programa busca que aprendan a sobreponerse a una situación así. La canción, que también se da una réplica por escrito a los padres, relata las tres maneras de responder para solucionar una frustración infantil: sí, no y todavía no.

Se convierte en un ejercicio espiritual, porque si se le da todo a un niño se le limita de tener las armas para defenderse en un futuro. Es algo que a muchos papás nos cuesta entender. Y ya a hijos adolescentes y jóvenes, les cuesta entender.

Cuando llegan las pruebas algunas llegan todas y juntas. Eso pasa con algunas de nuestras pruebas. Hay que recordar que todo vale la pena y que la vida es una paradoja maravillosa. Como una canción de amor.

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