¿Soledad, buena guía y consejera?
Platicando con un buen amigo a través del internet, me comentaba sobre el temor...
Platicando con un buen amigo a través del internet, me comentaba sobre el temor que le genera su soledad, toda vez que circunstancialmente se encontraba solo, cuando de su interior y espacio físco hablabamos. Este evento atrajo a mi memoria pasajes de ayeres profesionales, dentro y fuera del entorno hospitalario. Sin darme cuenta, de forma natural me cuestioné: ¿la soledad es buena o mala consejera?
Las personas somos seres sociales, pero, tras pasarnos el día rodeados de gente, de reunión en reunión, atentos a las redes sociales y al móvil, hiperactivos e hiperconectados, la soledad ofrece un espacio de reposo sanador, alejado de chismes y morbosa imaginación de los menos. Una de las conclusiones más sorprendentes es que la soledad resulta básica para la creatividad, la innovación y el buen liderazgo. ¿Sensación alejada de la realidad que actualmente vivimos?
Si bien, desde que nacemos nos enseñan a vivir en comunión, con el paso del tiempo nos percatamos que estamos solos, toda vez que de nuestras decisiones o acciones sólo nosotros somos responsables.
“Para mí la soledad representa la ocasión de revisar nuestra gestión, de proyectar el futuro y evaluar la calidad de los vínculos que hemos construido. Es un espacio para llevar a cabo una auditoría existencial e indagar qué es esencial para nosotros más allá de las exigencias del entorno social…”, asegura el filósofo Francesc Torralba. Estamos viviendo siempre de cara a la galería en busca de reconocimiento, pero raramente nos tomamos tiempo para mirar hacia dentro.
En nuestra sociedad, a la inactividad -que surge a menudo de la soledad- se le teme y produce culpa. Nos han preparado para la acción y para realizar muchas cosas al mismo tiempo, pero es cuando estamos solos cuando podemos reflexionar sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos. Y quiero enfatizar que cuando hablo de soledad no es de ausencia o presencia de personas, ya que aunque estemos rodeados de gente y de formas de comunicación existe alto grado de aislamiento.
Sólo me queda concluir que si bien esta reflexión fue motivada por el desásnimo y tristeza experimentada por un buen amigo, lo rescatable de nuestro análisis es que la soledad no tiene nada que ver con la presencia o ausencia de semejantes alrededor. Es un estado de ánimo, es una realidad, es necesaria para que pueda florecer el yo interno lleno de creatividad y riqueza intelectual, tan necesaria en el agobiante e infinito siglo XXI. Considero que con buenos cimientos, principios y valores, la soledad interna es excelente consejera.