“Si no me hubieran hecho bullying ya me habría graduado”

Un joven cancunense, de 24 años, relata la amarga experiencia de padecer acoso escolar en la universidad.

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El joven Osmar Villanueva tuvo que esperar dos años para que su generación se gradúe; no quería saber más de ellos. (Internet)
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Redacción/SIPSE
CANCÚN, Q. Roo.- Osmar Villanueva (nombre ficticio) cursaba el cuarto semestre de la licenciatura de Diseño Gráfico en una universidad del centro de la ciudad, llevaba un promedio aceptable de 8.2; “a excepción de la materia de semiótica mi desempeño general hubiera sido más favorable”, atina el joven.

"Se burlaban de mi físico, me callaban, me trataban muy mal, me decían tonto y otras majaderías".

El pasante de diseñador confiesa que a lo largo de su vida ha padecido situaciones de acoso escolar; presa de burlas por su quizás extrema inocencia o su apariencia física, Osmar sobrevivió a una vida escolar hostil: recorrió siete escuelas. 

“En la primaria se burlaban de mi físico, era el más alto, me reía y me callaban; en la secundaria fue más difícil hacer amigos. Me concentre en hacerle platica a los más nobles, porqué los demás me trataban muy mal, me decían tonto y otras majaderías”, comenta con escasa nostalgia.

Osmar atravesaría los obstáculos de un compañerismo hostil: “Llegue a pensar que sería difícil termina la secundaria, la curse en tres escuelas diferentes pues en todas siempre había alguien que me molestaba; en aquel entonces no existía el termino bullying, nadie se preocupaba por los chicos que la pasábamos mal”. 

Al culminar la secundaria, Osmar emprendió la idea de descansar un año de tantas faltas de respeto hacia su persona pero sus padres se opusieron a tal decisión: “nunca le conté a mis papás de mi situación, ellos siempre me motivaban a terminar mis estudios, me daba mucho temor contarle todas las burlas que me hacían, prefería refugiarme en mi cuarto y esperar a que llegará el siguiente día”.

"Los mejores años de mi vida fueron cuando estudié la preparatoria abierta".

En la preparatoria todo fluyó a favor de Osmar pues después de intentar ingresar a dos instituciones y toparse con la misma desgracia, decidió estudiar en la modalidad abierta. “Estudie la preparatoria en cinco años, fueron los mejores cinco años de mi vida, no necesitaba ir a la escuela y soportar burlas; mis papás me compraron una guitarra y pude distraerme bastante en comparación a otros años”, comenta una sonrisa.

Al terminar la preparatoria abierta, Osmar consiguió un empleo por un contacto de su padre; en poco tiempo logró ahorrar la cantidad suficiente para inscribirse a la universidad: “lo último que pasó por mi mente era que en la universidad me volvería a encontrar con lo mismo, tipos que se burlaban de mi inocencia, de que soy lento para hablar o de cómo me visto”, platica con cierto coraje.

Osmar tuvo un desempeño aceptable durante los primeros dos semestres; en los periodos subsecuentes volvieron las amenazas del ayer: “mis pocos amigos me felicitaban por estudiar la universidad, pero ellos no sabían lo que yo padecía ahí, me resignaba a contarles que la mayoría de mis compañeros consumía drogas y se decían muy vividores; había un tipo que todos los días me burlaba porqué nunca he tenido una mujer o novia, muchas veces pasaron ideas violentas por mi mente, quería pegarle para que se callará”.

En el trascurso del cuarto semestre comenzó a disminuir su rendimiento escolar, dejó de asistir a algunas materias argumentando que sería imposible pasarlas. Sus maestros le motivaban a asistir a las aulas pero él se orillaba a encontrar cualquier pretexto para evitar ver a sus compañeros de generación. 

“Sólo me queda esperar que mi generación se gradúe, ya han pasado dos años; ya estoy pensando en regresar a la universidad, probablemente lo haga en agosto”, abunda con esperanza.

Concluye, “si en la universidad no me hubieran molestado como antes, probablemente ya me habría graduado. Es triste, pero aunque he esperado dos años para regresar, me siento más contento que nunca pues tendré una nueva oportunidad”.

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