Por Rafael R. Deustúa

Hay películas que vamos a verlas por un actor o actriz, otras por que sabemos que el director o guionista son destacados, pero de un tiempo a la fecha deberían destacar más a la persona o estudio detrás de los efectos de una película. Olvidemos a Dwayne Johnson, Carla Gugino y Brad Peyton, en “Terremoto: San Andreas” son J.P. Blackmon (efectos especiales), Eva Abramycheva (efectos visuales), Michael E. Goldman (dirección de arte) y sus equipos, los que ofrecen el espectáculo.

Tal como vemos en los cortos, en California se desata el terremoto más grande de la historia y Dwayne Johnson es un rescatista de elite que se lanza al rescate de su familia. Eso es todo y esa simpleza demerita en mucho el trabajo del director, actores y todos los que no sean efectos especiales, puesto que prácticamente son extras.

El director Peyton quiso dar un fuerte valor dramático a través de la interacción de Johnson con su familia, pero él no tiene la capacidad para un rol así, ni es lo que la audiencia espera de él. Por otro lado, al enfocarse tanto en ellos da el mensaje de que los otros 39 millones de californianos no importaban; incluso hay escenas en que amplias zonas están vacías salvo por los protagonistas, desafiando la lógica.

Quizá el drama no sea el fuerte de Peyton, en algunas secuencias de desastre logra algunos momentos de realismo brutal, o quizá eso fue labor de nuestro equipo estrella de efectos.

Goldman, Abramycheva y Blackmon logran un muy buen trabajo para compensar los malos ratos que rellenaron con “drama”. Tal como se aprecia en los cortos tenemos diversas secuencias de efectos que hacen que valga la pena ver la película. Texturas visuales, sonido, detalle en las panorámicas, todo está cuidado en extremo para lograr un desesperante realismo en el momento del desastre.

También evidencian que investigaron la ciencia de los terremotos para transmitir ése realismo desde en la forma en que el agua de una alberca se sacude hasta la manera en que la tierra hace “olas” en un movimiento telúrico.

Cinta entretenida, diseñada para explotar el morbo y verse en pantalla grande. Vaya bajo su propio riesgo.