Turismo resiliente

La semana pasada, México fue sede de la Plataforma Global para la Reducción del Riesgo de Desastres, evento global que atrajo especialistas a Cancún para...

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La semana pasada, México fue sede de la Plataforma Global para la Reducción del Riesgo de Desastres, evento global que atrajo especialistas a Cancún para hablar de varios temas muy importantes relacionados con la reducción de riesgos en materia de desastres.

Uno de los temas que más atrajo la atención de especialistas, gobiernos y medios especializados fue el tema de resiliencia turística, sobre el cuál se desarrolló un Conversatorio en el marco del evento.

Sin duda alguna, los destinos del Caribe Mexicano tienen una historia amplia en el tema de acciones para contrarrestar los impactos de fenómenos naturales, en especial tormentas y huracanes, que los han situado como modelos para otros estados e incluso otros países de la región. Pero la pregunta amplia que quiero abordar hoy es: ¿somos los destinos turísticos de Quintana Roo destinos resilientes?

Primero, habría que definir qué significa el término resiliencia: la Real Academia Española define este concepto como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”; adaptándolo a turismo, debería ser esa capacidad de nuestros destinos para adaptarse a situaciones adversas.

Y en general, creo que los destinos mexicanos más importantes en cuanto a llegadas de turistas han sabido adaptarse rápidamente a situaciones adversas, como fenómenos hidrometeorológicos, crisis de salud, problemas de seguridad, entre otros; me parece que tenemos buenos sistemas de alerta temprana y sabemos cómo actuar ante una situación que nos pone en riesgo, y hemos sabido (con inversiones millonarias y apoyo de muy alto nivel) recuperarnos de las crisis de una forma mucho más rápida que otros destinos o ciudades con características similares.

Pensemos en Wilma y la recuperación inmediata que hubo de los activos turísticos de Quintana Roo (playas, hoteles), las campañas de promoción que hemos realizado después de crisis como las de seguridad o las de salud, como el AH1N1, y su impacto mediático que ha generado nuevamente flujos de turistas, y otros.

¿Y eso nos hace resilientes? Uno de los componentes más importantes de este concepto tiene que ver con la prevención y la disminución de la vulnerabilidad, entendida esta como la exposición que tiene un destino, una empresa o una comunidad al riesgo de desastres.

Y ahí es donde creo que hace falta mucho por trabajar; es decir, nos recuperamos muy rápido de los impactos y actuamos a gran velocidad una vez que tenemos el problema encima, pero nos ha faltado establecer acciones de prevención y adaptación de mayor alcance.

Pensemos por ejemplo en el caso de las playas: después de Wilma, se recuperaron con una inversión millonaria, y estaban “listas” para recibir turistas, pero hoy, 17 años después, seguimos teniendo graves problemas de erosión, debido a que no se realizó un plan con una visión a largo plazo. Si en estos 17 años hubiéramos recuperado vegetación de duna costera, hoy estaríamos hablando de un caso de éxito global.

Otro caso, la inseguridad; generamos respuestas muy efectivas en relación con los warnings o notas que tenemos de nuestros destinos en el exterior, pero no atacamos el problema de raíz, por lo cual no logramos realmente cambiar la situación, solo contener algunos de los problemas.

¿Qué necesitamos para ser destinos resilientes? Primero, una visión a largo plazo, no de 3 o 6 años, porque ese periodo de tiempo no es suficiente para lograr cambiar cosas; dos, planeación y proyectos que vayan más allá de una administración, y que sean gestionados por la sociedad en su conjunto; tres, prepararnos más no para atender los desastres cuando llegan, sino para reducir nuestra vulnerabilidad.

La inversión en estos temas genera, en definitiva, mejores resultados, disminuye los riesgos y nos permite adaptarnos mejor a los grandes retos que tenemos como destinos turísticos.

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