Un Rico ambicioso en la Sedaru

Sembrado como subsecretario de agricultura en el actual gobierno, el Dr. Antonio Rico Lomelí se ha convertido en el “titiritero” de la Secretaría de Desarrollo Rural...

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Sembrado como subsecretario de agricultura en el actual gobierno, el Dr. Antonio Rico Lomelí se ha convertido en el “titiritero” de la Secretaría de Desarrollo Rural (Sedaru) de Quintana Roo, imponiendo su ley en el tema del campo con el aval del titular, Pedro Pérez Díaz, quien ha dejado al funcionario en total libertad de hacer y deshacer.

Conocedor de los grandes negocios que se pueden fraguar en el sector agrícola gracias a su paso por la delegación de la Sagarpa en el sexenio de Felipe Calderón, donde se graduó con honores en el teje y maneje de los recursos de programas federales destinados a estimular la producción agrícola, Antonio Rico está desplegando todo ese aprendizaje en su nueva posición como subsecretario en la Sedaru, causando un genuino enfado entre los productores locales que están cansados de ser utilizados con fines de lucro por las autoridades.

Los campesinos del sur, que a pesar de vivir en una zona regida por el PRI votaron en masa por Carlos Joaquín González con la esperanza de acabar con los vicios que tienen postrado al campo quintanarroense, se dicen decepcionados de que el cambio, que ya se aprecia en muchas áreas del gobierno, no se refleje en la Sedaru debido a personajes como este subsecretario, al que acusan de estar llenando sus alforjas y cuentas bancarias a sus costillas.

La principal queja de los productores sureños contra Rico Lomelí es que este sujeto les está imponiendo la compra de insumos (semillas, fertilizantes, etc.) con empresas consentidas, a pesar de que los obliga a aportar el 50 por ciento del costo del producto.

Imponiendo su autoritarismo, ese que le hizo tener mil problemas cuando fue delegado federal, el subsecretario de agricultura les ha dejado claro que no tienen derecho a opinar y que sus necesidades como campesinos le valen una marquesita, porque es él y solo él quien se encarga de pactar con las empresas la compra de semilla con recursos gubernamentales.

Uno de los productores expertos en el tema, quien conociendo a su gente pidió a este columnista condiciones de anonimato, desmenuzó el trasfondo del negocio de Rico Lomelí con pelos y señales, calificando sus acciones como un verdadero atraco al campesinado.

La fuente explicó que este negocio del que se quejan los campesinos se trata de un programa denominado “Peso por peso”, en el que el gobierno a través de la Sedaru aporta un peso para la compra de insumos por cada peso que aporten los labriegos.

Hasta allí la cosa no se escucha nada mal, pero resulta que la Sedaru, por decisión del influyente subsecretario en sociedad con su polémico sucesor en la delegación federal de la Sagarpa, César Rosales Cancino, pactó la compra de todos los insumos de ese programa con la empresa Dipasto, que es la que está arrasando con los contratos para proveer semilla en todo el sureste.

Esta empresa de turbios antecedentes realiza un negocio redondo con la completa complicidad de las autoridades agrícolas tanto estatales como federales, aplicando un sobreprecio que el informante definió como un robo monumental al gobierno y al productor, dado que los insumos, que no son de buena calidad, los venden arriba del 30 por ciento de su precio base en el mercado y en algunos casos por encima del 40 por ciento, golpeando directamente a la frágil economía del campesinado que no encuentra refugio ni en la Sedaru, ni en la Sagarpa.

Para apuntalar el “bisne”, Rico Lomelí aplicó la estrategia de llamar uno a uno a los productores para venderles el programa, restringiendo información delicada, todo con el fin de que Dipasto realice una venta sustanciosa.

Y el botín es amplio: la Sedaru tiene un presupuesto de más de 14 millones de pesos para compra de semilla y más de 10 millones para la compra de insumos complementarios como fertilizantes y pesticidas para esta temporada de siembra, y pretenden que todo el recurso lo absorba una sola empresa.

Por este tipo de acciones, el fértil campo de Quintana Roo sigue moribundo y sin esperanzas, mientras los funcionarios encargados del sector se vuelven cada vez más ricos.

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