¿Usted les cree?

Las detenciones de los ex gobernadores de Tamaulipas y Veracruz, Tomás Yarrington y Javier Duarte, están siendo manipuladas electoreramente...

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Las detenciones de los ex gobernadores de Tamaulipas y Veracruz, Tomás Yarrington y Javier Duarte, están siendo manipuladas electoreramente por el gobierno federal priista, con el endeble y nada creíble argumento de que son la prueba contundente de que se están tomando acciones contra la impunidad galopante entre la clase política emanada del PRI.

Recordemos que en este año se realizarán elecciones en varios estados, pero en particular en el Estado de México, que siempre se ha visto como laboratorio electoral con miras a la máxima batalla de todas: la lucha por la Presidencia.

Sin embargo, quienes mueven los hilos de la política en las grandes alturas olvidan que estamos hartos de la simulación de sus políticos, de sus mentiras, su soberbia, su intolerancia, en una palabra, de seguir siendo víctimas de gobernantes corruptos que sólo piensan en su beneficio personal mientras el país se hunde cada vez más.

Indigna conocer que los gobernadores detenidos vivían como sultanes, gastando dinero a manos llenas robado del erario, como si se tratara de su propio patrimonio, convencidos de que por sus relaciones con el poder presidencial nunca los tocaría la ley.

Es una mentira que ahora el gobierno federal haya decidido combatir la corrupción y la impunidad, cuando tuvo todo el tiempo del mundo para no sólo castigar a los corruptos ex gobernadores, sino evitar que cometieran sus abusos.

Detrás de la detención de los ex mandatarios de Tamaulipas y Veracruz hay una razón muy poderosa que nada tiene que ver con el combate a la impunidad: quieren impedir que se pierda la elección en el Estado de México, lo que se sería el preludio de una catástrofe en el 2018 en la elección para Presidente.

El sistema político surgido de la Revolución Mexicana de 1910 está desgastado, las circunstancias sociales, económicas y políticas han cambiado, los mexicanos igualmente no somos tan manipulables como antaño, pero los priistas parece que no se han percatado de ello.

Y si bien es cierto que hubo un período de 12 años con presidentes surgidos del PAN, que como la historia ha demostrado, no pudieron o no quisieron socavar los cimientos de un sistema de gobierno anquilosado y corrupto, lo que demuestra la inoperancia histórica de ese mismo sistema.

Cuando regresó el PRI a la Presidencia en 2012, creímos que habían aprendido de sus derrotas electorales, creyó que podían modificar sus modos de gobernar, de ser más sensibles con los mexicanos que viven en la pobreza, pero una vez más demostraron que en sus genes persiste la herencia de corrupción que los define desde hace muchos años.

En 2018 no sólo se juega el futuro del priismo, sino del propio país y no podemos estar tan tranquilos de que a partir del triunfo de un candidato distinto al oficial, en México se inaugurará una época de tranquilidad y prosperidad.

En nuestros más profundos anhelos persiste la esperanza de que salgamos del marasmo en el que nos encontramos, que podamos levantar la cara con orgullo para decirle al mundo que los mexicanos podemos reinventarnos cada vez que se requiera y buscar nuestra felicidad. ¿Será tan difícil que los próximos gobernantes entiendan esto?

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