En turismo sustentable, ¿el que paga manda?

Recuerdo que hace unos años, una de las máximas de los negocios era “el que paga manda”...

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Recuerdo que hace unos años, una de las máximas de los negocios era “el que paga manda”, haciendo alusión a que finalmente nuestras empresas se deben a los clientes y a la satisfacción de sus necesidades.

Incluso, si revisamos la definición de 2004 de turismo sustentable de la Organización Mundial del Turismo, el enfoque al cliente también está presente ya que, la definición dice, y cito textual: “el turismo sostenible debe reportar también un alto grado de satisfacción a los turistas y representar para ellos una experiencia significativa, que los haga más conscientes de los problemas de la sostenibilidad y fomente en ellos unas prácticas turísticas sostenibles”.

Pero en tema de sustentabilidad siempre hay un debate acerca de si debemos permitir al turista que realice o no las actividades que quiere hacer en nuestros destinos, y esto lo vemos generalmente por dos situaciones: la primera, porque creemos que al turista no le importa el tema de la sustentabilidad, y entonces, si lo dejamos hacer lo que el decida, terminará afectando algún recurso natural y/o cultural; y dos, porque nuestra estrategia de comunicación no es la adecuada.

Y en la primera reflexión hay algo de razón: diversos estudios indican que si hay un creciente interés en el tema, aunque varios de ellos coinciden en que el turista que viaja con fines de naturaleza y/o cultura y se preocupa por la sustentabilidad, no alcanza porcentajes mayores a 40% – 45%; es decir, y es verdad porque lo hemos visto, hay todavía una gran cantidad de turistas que no conocen el tema, que no están conscientes del mismo, y que además tienen a vieja idea de que si yo pago, yo mando.

Y ahí es donde entramos nosotros, empresarios del sector turístico, a servir como un catalizador de la conciencia ambiental de los turistas, algo en lo que trabajamos muy muy poco; porque no importa si el turista visita Punta Herrero, un sitio mágico en la Bahía de la Ascensión en Sian Ka’an, al que se llega después de 6 / 7 horas desde el Aeropuerto de Cancún, o se queda en un hotel de negocios del centro de la Ciudad, o es más, si ni siquiera sale del Aeropuerto ya que solo va de tránsito, debemos jugar más seriamente un papel de educadores de quien viene, involucrarlos en conocer la zona que visitan, y que de alguna u otra forma se involucren en la conservación.

Ya sea desde con cosas simples como dejando de usar popotes o unicel, pasando por ser conscientes del gasto de agua y energía que generan en nuestro destino, o conociendo la biodiversidad de este maravilloso estado, el turista que viene y paga, tiene el derecho de saber a dónde viene y por qué paga; y una de esas razones, es para poder disfrutar de recursos que proveen los ecosistemas y la biodiversidad.

En casos más extremos, cuando el turista visita Áreas Naturales Protegidas, o sitios de gran valor cultural, es más que necesario informarle las condiciones, los códigos y el comportamiento que debe tener durante su estancia. Y en algunos casos, ser muy enfáticos de que hay ciertas conductas que no se permiten y que pueden generar incluso suspensión de algunas actividades.

Entonces, ¿el que paga manda? No siempre, y menos cuando se trata de la visita a sitios frágiles donde quien manda, o son las autoridades, o son las empresas responsables que quieren preservar su herencia; en el último de los casos, el turista manda siempre que esté desde un inicio involucrado en la conservación, informado, capacitado y abierto a contribuir a mejorar el destino que visita.

Pero, creo que hoy, hay pocos de esos turistas, y es nuestra obligación, si queremos un mejor mañana, multiplicar a estos viajeros conscientes que generen impactos siempre positivos con su visita.

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