"Voy a ser taxista hasta que me muera" (Crónica)

José Luis Azcorra Rodríguez dice que su peor anécdota es cuando lo detuvieron y acusaron de tráfico de personas, ya que dio un servicio a unos jóvenes que resultó que eran indocumentados.

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"Mis compañeros son mi familia, son con los que convivo diario" declaró José Luis Azcorra Rodríguez. (Redacción/SIPSE)
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Stephani Blanco/SIPSE

CANCÚN, Q. Roo.- Cancún es uno de los destinos turísticos más importantes del país, que a diario recibe un sin fin de paseantes de diferentes partes del mundo, las personas que lo visitan ocupan el taxi como medio de transporte durante su estancia.

 
José Luis Azcorra Rodríguez es un hombre de 53 años de edad, viste uniforme para tener una mejor presentación, su mirada es cansada; desde hace más de dos décadas dejó Yucatán, su estado natal, a sus 26 años, para radicar en Cancún y encontrar un mejor futuro aquí. 
 
Desde su llegada le pintó muy bien, encontró trabajo rápidamente en la Secretaría de Turismo, donde trabajaba de chofer, lo que le permitió conocer la ciudad muy rápidamente, pero fue despedido y encontró empleo como chofer de taxi. 
 
Cuando tenía 31 años comenzó a trabajar como taxista, hoy es uno de los seis mil  que a diario transportan a turistas y ciudadanos en el municipio de Benito Juárez.
 
Encontró en el taxi la manera de subsistir, al principio las cosas pintaban bien, recibió mucho apoyo para poder comprar su vehículo, además de que este empleo le permitía ganar diariamente mil pesos, y no tenía jefes, ni horarios. 
 
Para José Luis este trabajo es uno de los más bonitos, porque todos los días le da la oportunidad de conocer personas de diferentes lugares, dice que en el taxi se suben pasajeros de Francia, Estados Unidos, Cuba y España, quienes le hablan de sus países y aprende sobre sus costumbres, además de que en muchas ocasiones les puede dar consejos a quienes se suben y eso es muy gratificante. 
 
El ser taxista no es denigrante, cuenta que le hubiera gustado ser policía, pero que ya no pudo. Le gustan las matemáticas y se considera bueno, y gracias a lo que hace aprendió a hablar inglés, pues sus pasajeros le enseñaron. Lleva 22 años como taxista y jamás ha sido asaltado, sabe que su trabajo es riesgoso y que a diario se expone a que un “chemo”, como él los llama, le haga algo.
 
Pero no todo ha sido fácil, la competencia cada día es mayor, la ciudad ha crecido y con ello hay más vehículos que funcionan como taxi. Hoy transporta a diario alrededor de 20 personas, las cuales todas tienen una historia que contarle.
 
Para él cada “viaje” es la página de un libro; cuenta que en una ocasión una pasajera le rompió uno de los cristales sólo por no traer cambio. 
 
Ya no gana como en un principio, dice que desde hace seis años gana menos, ahora en un día sólo obtiene 200 pesos, y tiene que trabajar de ocho de la mañana a 12 de la noche.
 
Con su taxi ha recorrido Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Chiapas. La peor experiencia que tuvo fue hace cinco años, cuando unos muchachos le pidieron un servicio para dirigirse a Xalapa, pero en el camino fueron detenidos en un retén, y al momento de ser verificados los muchachos eran indocumentados, y fue detenido junto con ellos acusado de tráfico de personas. Permaneció encerrado tres días y perdió su vehículo. 
 
Hoy en día sus compañeros se han convertido en parte de su familia, pues vive solo en la ciudad; le gusta mantener su vehículo arreglado y limpio, dice que es una manera de que los pasajeros quieran abordar su unidad, ya que si lo ven sucio o feo mejor se van a otra parte. 
 
Para él más que un trabajo se ha convertido en su vida, todos los días sube a su carro y va por la ciudad sin destino, los pasajeros son los que se lo indican, su día a día va sobre cuatro ruedas, la que le permite tener un ingreso. 
 
“Amo mi trabajo y voy a ser taxista hasta que me muera, es difícil, pero me gusta, todos los días aprendo algo nuevo de las personas que suben y me cuentan sus anécdotas”, finalizó.

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