100 macondianos días de Peña

La cosa es calmada, mas vale paso que aguante y no trote que canse.

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Los 100 días de Peña Nieto no son como los 100 años de Macondo, así que ni exageren. Está bien que entre shows gordillianos, matazones, ejecuciones de altos funcionarios, la sociedad de los ex funcionarios puercos, el ungimiento del Tlatoani y el retorno del PRIcámbrico temprano, lo único que nos falta es que aparezcan niños con la cola de puerco como los 17 aurelianos, pero no es como para ponernos como la maestra cuando la apañaron.

Digo, además de la neurálgica desatada por los enemigos políticos a los que ningún chile les embona (hasta Los Chuchos que son la zalamería encarnada no paran de señalar las insuficiencias), ahí tenemos la presión histérica de quienes en 100 días ya querían que todo fuera rosa como de telenovela de La Gaviota, tal vez porque pertenecen a esa clase de personas que creen que la vida es tal y como se ve en la propaganda y en los discursos de los políticos en campaña. Y, claro, suponían que con tarjetas Monex y Soriana se alcanzaba el paraíso.

Y aunque está bien que se aspirara a un estado superior de bienestar con el advenimiento de una nueva era del dinosaurio, alguien tenía que haberle dicho a toda esta masa no crítica sino crédula que las cosas no cambian de manera automática.

Que la cosa es calmada, que cuál es la prisa, que más vale paso que aguante y no trote que canse. Que para lograr que los cambios sirvan para que todo quede igual toma su tiempo, y las cortinas de humo no se dan en maceta.

Ante tanta incomprensión qué bueno que la PGR, a través del impecable proceder de Murrillo Karam —diría Manlio Fabio Superstar—, salió a calmar los ánimos del populacho al explicar que “Ni tan fácil ni tan pronto” se pueden acabar con las tremendas inercias que se vienen arrastrando. Bueno, eso es comprensible, porque es muy probable que los doce años del PAN tengan su equivalencia en los 70 del PRI.

Y todavía el senador San Serafín Cordero, que se siente el Capriles de la patria, conocido emisario del pasado calderónico, se atreve a exigir la definición del gobierno en materia de seguridad. Aunque no estaría mal que la presente administración dejara de jugar a las escondidillas en esos asuntos y mostrara alguna política que no sea homenaje a García Luna Productions.

Como sea, no está mal echarle la culpa de todo a Jelipillo, que dejó esto peor que Granier a Tabasco. En lo que se pasa de administrar a transformar el país. O sea. 

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