Los horas después, los primeros servidores públicos en aparecer fueron unos bomberos. Serían los únicos en 150 minutos de vandalismo en Chilpancingo.

Cuando los bomberos llegaron a apagar el fuego en las instalaciones del PRI, los maestros de la coordinadora de Guerrero (CETEG) ya habían destruido las fachadas, allanado y al parecer saqueado las oficinas del PAN. De ahí marcharon para hacer lo mismo en las de Movimiento Ciudadano y luego en las del PRD.

Ensoberbecidos, sin nadie que los incomodara, continuaron con la oficina del senador Sofío Ramírez. Posteriormente tocó el turno al PRI, donde quemaron muebles y papeles. Remataron en las instalaciones de la Secretaría de Educación de Guerrero.

Todo, además, transmitido en vivo por MILENIO Televisión. Ahí el presidente municipal dijo que pediría apoyo a las fuerzas estatales y federales. Si no lo hizo, mintió. Si lo hizo, jamás llegaron.

Con torpeza digna de un personaje infame en un cuento de Edmundo Valadés, el secretario de Gobierno de Guerrero informó que no intervinieron ¡para no caer en la provocación y evitar que los maestros tuvieran al muerto que andan buscando! No es ficción, es Guerrero.

Despacho este texto sin noticia de una explicación del gobierno federal. Me quedo, pues, con dos evidencias empíricas:

*La CETEG salió a hacerse justicia por mano propia en venganza porque el Congreso de Guerrero no hizo los cambios que le exigieron a la ley de educación local. Unos legislan, los otros delinquen, agreden.

*150 minutos sin que nadie moviera un dedo: la impunidad en Guerrero tuvo y tiene permiso.