80 años de editar y distribuir

A diferencia de otras editoriales oficiales, el Fondo de Cultura Económica ha sabido distribuir lo mejor posible y desde sus mismos inicios.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Sin pensarlo demasiado puedo enumerar tres colecciones del Fondo de Cultura Económica presentes entre mis libros escolares de los muy lejanos años del bachillerato: Letras Mexicanas, Breviarios, Colección Popular.

Sin esfuerzo, recuerdo sus diseños, las camisas que envolvían a dos tintas Letras Mexicanas, cuadrados, como tabiques de juguete; o las camisas de los esbeltos y delgados Breviarios, de un color que enmarcaba una foto en blanco y negro; o la falta de camisa, como el hombre feliz de Tolstoi, de la Colección Popular.

Después, Letras Mexicanas creció a media carta para la poesía pero siguió en su forma original para las antologías de teatro mexicano con prólogos de Monterde, Gorostiza o Magaña Esquivel, indispensables hasta nuestros días.

Sin grandes esfuerzos podría hablar mucho de otras colecciones y de otros títulos, pero no se trata de ejercicios mnemotécnicos ni de pura presunción. Quiero demostrar que son recordables porque estaban ahí, ya fueran comprados por mí, ya propiedad de mis padres o en bibliotecas. Pero siempre ahí, donde se les necesitaba.

A diferencia de otras editoriales oficiales, el Fondo de Cultura Económica ha sabido distribuir lo mejor posible y desde sus mismos inicios.

En entrevista reciente, uno de sus emblemáticos jefes de producción, Martí Soler, aseguraba que las ediciones “suman casi 10 mil títulos, de los cuales entre 4 mil y 5 mil están siempre en librerías. No creo que ninguna editorial pueda decir lo mismo... En países como Argentina, España, Chile o Colombia, los investigadores universitarios identifican al sello porque estudiaron con los libros de su catálogo”.

Un absurdo y falso problema ha surgido en la octava década de existencia del Fondo: ¿debe seguir editando? En vez de que su misma existencia pruebe su valor y su necesidad, se introduce, desde posturas neoliberales, la pregunta de si corresponde al Estado esa tarea. Desde luego que corresponde.

Podría discutirse en otros ámbitos oficiales, incluida la mayoría de nuestras universidades, la falta de éxito para distribuir la producción editorial, pero el Fondo debe seguir siendo una institución ejemplar.

Existen alrededor de 25 librerías del Fondo en varias ciudades del país que, además, manejan 250 sellos editoriales. Pronto habrá una en Mérida y eso, en sí mismo, es un auténtico tesoro.

Lo más leído

skeleton





skeleton