A favor de los microbuseros
Pocas personas aquilatan el valor agregado de los microbuseros y el servicio que prestan.
La colección de comportamientos con los que la gente asocia a los microbuseros en buena parte del centro del país —particularmente en el Distrito Federal— es tan vasta, que se han convertido en personajes despreciables para muchas personas. ¿Con qué los vincula la gente? Con pasarse los altos; bajar pasaje con el vehículo andando; cargar combustible en tomas clandestinas; virar intempestivamente, insultar. Encima, sus unidades huelen mal y están desvencijadas.
Pocas personas aquilatan el valor agregado de los microbuseros y el servicio que prestan. El más importante es, por supuesto, las rutas públicas que cubren. Yo los utilicé intensivamente más de 24 años y solo tuve un percance (un asalto colectivo en el que no tuvo que ver el chofer).
Probablemente todo lo que se dice y califica mal de los microbuseros sea cierto. No obstante, me parece que va siendo justo que se pondere que las tarifas que cobran estos señores por prestar un servicio de transporte público es tan irrisoria (3, 4 o 5 pesos), que no podemos exigir un servicio de primera.
El problema de los microbuseros es que operan con una tarifa regulada, y que el Gobierno del Distrito Federal les administra los incrementos. Ayer, varios de ellos se manifestaron con sus unidades en la Secretaría de Transportes y Vialidad para solicitar un aumento en la tarifa que pueden cobrar. Aparentemente mañana miércoles habrá una reunión para llegar a un acuerdo.
Los microbuseros hacen lo que pueden con lo poco que cobran. Claramente tienen que competir en el asfalto para ganar más pasajeros. En consecuencia, apañan cualquier esquina afluente y la convierten en su base particular; se cierran intempestivamente al flujo vehicular desde el segundo o tercer carril para captar más clientes, y hacen cualquier maniobra para ganar más dinero. Su comportamiento es económicamente racional.
¿Y esto no lo ve la autoridad? No solo lo ve, sino que lo fomenta con el precio controlado. ¿Cuál es la solución? Que Miguel Ángel Mancera liberalice los precios y las rutas, o cuando menos utilice una lógica de mercado para la reconfiguración de los precios en las varias rutas que quedan con el modus operandi anterior. ¿Qué falta? Voluntad política.