Abstencionismo

Dejando de lado el tema del Mundial de fútbol, estaba leyendo las noticias en América Latina...

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Dejando de lado el tema del Mundial de fútbol, estaba leyendo las noticias en América Latina y me llamó mucho la atención el tema de las elecciones en Colombia. Me interesó porque ahí viven situaciones similares en su proceso democrático con México. ¿Similares?,  sí. 

Similares porque en Colombia, donde el voto no es obligatorio, se ha vuelto normal que la gente no participe en las elecciones, pero aun así, sorprenden los altos niveles de abstención de la primera vuelta, que alcanzaron el 60%. En otras palabras, de los 33 millones de colombianos habilitados para votar, solo 12 millones participaron.

Históricamente ha habido abstención en las elecciones presidenciales. Los colombianos prefieren votar más para elegir alcaldes. Colombia ocupa el lugar número 15 de los países con mayor abstencionismo en el mundo, de ahí que en los últimos 16 años la participación no ha sobrepasado el 49%.

Los analistas señalan que la responsabilidad de la falta de participación electoral la tiene el desencanto por la política, ya que muchos políticos le han quedado mal a los electores, razón de la frase que se ha vuelto cada vez más común: “por qué voy a votar, si no cumplen lo que prometen”. Además de esto, no se ha entendido la importancia del voto y esa falta de cultura electoral ha hecho que el 30% de los votantes sea el que elija a los gobernantes.

Al leer esto no pude evitar pensar en México: Vivimos en la misma apatía. La frase de “no cumplen lo que prometen” se escucha por doquier en todo el territorio nacional. Nosotros, al igual que los colombianos, no hemos entendido la importancia del voto, la importancia de nuestra participación ciudadana, seguimos dejando que aquellos que sí votan sean quienes decidan el rumbo del país. A pesar de que en las elecciones en 2012 México registró la más alta participación electoral en su historia, 62%, esto demuestra que aun así, 30 millones de ciudadanos se abstuvieron de votar.

Es triste el desentendimiento de la política, el desinterés, el rechazo que tanto daño le hace a nuestro país.

Pero la única forma de remediar este mal es volvernos ciudadanos participativos, para que entonces veamos el hecho de participar, no sólo como un derecho, sino como un deber.

Ser un ciudadano participativo requerirá hacer una "declaración de fe", una filosofía personal basada en la premisa que la acción individual y colectiva sí sirve. Una lista de reglas para ver y andar, vivir y cambiar, exigir y no sólo presenciar. Un conjunto de creencias que son tregua contra el pesimismo, antídoto para la apatía, recordatorio del destino imaginado.

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