Hace 23 años, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari decretó, seguramente a sugerencia del entonces secretario de Marina, almirante Luis Carlos Ruano Angulo, que se conmemorara el 23 de noviembre de cada año como Día de la Armada de México, sin embargo, la gran mayoría de los mexicanos, como los mismos navales, celebran más como propio el primero de junio, Día de la Marina.

Se eligió esta fecha para recordar la gesta del capitán de fragata Pedro Sainz de Baranda, quien al mando de una flotilla logró la rendición del último bastión español atrincherado en San Juan de Ulúa, en Veracruz, el 23 de noviembre de 1825. 

Así, a la Marina le correspondió consolidar la independencia de México, cuatro años después de que el Ejército Trigarante entrara a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821. Al arriar la bandera española e izar la mexicana en San Juan de Ulúa, se puso fin a la lucha independentista.

Pero el decreto no ha bastado para arraigar la fecha. Por tradición y costumbre los marinos militares siguen festejando el 1 de junio como suyo, cuando es para reconocer también la labor de marinos mercantes, fareros, armadores, pescadores, etc., porque a menudo se olvida que en nuestros mares se desarrollan actividades de pesca y de turismo cuya importancia económica es fundamental para México.

Volviendo a la efeméride, en los usos y costumbres aplica el dicho “a fuerza ni los zapatos entran”. Por lo demás, los navales tienen hoy gran actividad con ceremonias solemnes, discursos oficiales y nada más, porque los ascensos y condecoraciones se otorgan el 20 de noviembre.

Será difícil que el Día de la Armada se arraigue en los marinos militares, y nos parece que igual sucederá con el Día de la Guayabera, que autoridades estatales y empresarios del vestido declararon el 21 de marzo, fecha en que se conmemora el natalicio del presidente Benito Juárez, quien, por supuesto, nunca uso tal prenda que distingue a la entidad. Aquí sí, no entiendo.

Anexo "1" 

De un Secretario de Marina

En mis Acaecimientos del 1 de febrero de 2013, “Borrando la historia”, escribí la siguiente anécdota, a propósito de fechas y personajes:

“A finales de 1994, en el ocaso de su cargo como secretario de Marina, el hoy fallecido almirante Luis Carlos Ruano Angulo decretó que se borrase el nombre de un director de la Escuela Naval Militar, por haber puesto en entredicho –en una reunión con miembros del Ejército– la defensa de la Escuela Naval, el 21 de abril de 1914, encabezada por el teniente José Azueta y el cadete Virgilio Uribe. La decisión se dio a conocer por la Orden General del Día del Cuartel General de la Armada.

Ignoro si ya regresó el retrato a la galería de directores de la Escuela Naval, pero el hecho evidencia la impronta que Ruano Angulo dejó en la Marina. Por lo demás, no se puede borrar la historia tirando estatuas… y mucho menos de un plumazo”.