De adicciones y aficiones (1)

Las diferentes estadísticas de consumo nacional indican que el 15% de la muestra es adicto a la yerba. El 85% restante son usuarios.

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El domingo 28 de junio, 600 participantes se dieron cita en la segunda Carrera contra las Adicciones. Entre los deportistas veteranos distinguí a don Yosicorro Bien, conocido de esta columna.  Enfundado en un conjunto esmeralda, tenis color amarillo, lentes de sol con espejo magenta y visera azul pavorreal, el sexagenario realizaba un discreto calentamiento. No pude pasar de largo  la vistosa flor de cannabis bordada en su maillot. 

Aproveché para entrevistarlo: −Mire usted –me dijo, después de darme un fuerte abrazo y mientras arreglaba su espeso bigote-, decididamente apoyo la vida sin adicciones de cualquier tipo. El adicto, en general, es socialmente disfuncional. Padece conductas impulsivas y realiza acciones contra su voluntad.  Me pregunto a quién puede interesar, sometido al zarandeo cotidiano,  el trabajo, medios de comunicación y el tráfico, estar pacheco todo el santo día.

−¿Y la planta de marihuana en su camiseta? – pregunté intrigado. 

−Las diferentes estadísticas de consumo nacional indican que el 15% de la muestra es adicto a la yerba. El 85% restante son usuarios. Manifiestan un fuerte gusto por el churro, pero,  a diferencia,  tienen muchas otras cosas qué hacer y pensar para andar persistentemente bajo el influjo del THC.  

Son consumidores esporádicos que comprenden la verdadera cultura del cannabis: todo tiene su momento y su lugar. La María es para disfrutar y aprovechar sus bondades.

No un autobús de segunda, donde uno se instala desde que amanece. Le voy a poner un ejemplo: después de un productivo día de labor, luego de un refrescante baño y ropa limpia, con una cerveza Ceiba ámbar se instala cómodamente, en la terraza de su predio. Sus amigos bohemios están por llegar. ¡El momento justo para forjar un churro! No sé si me entienda, tendría que probar –me dijo guiñando un ojo−. Mozart es Mozart, pero mucho mejor con un jaloncito. Sin embargo, el discurso oficial tasa a todos con la misma vara: sólo habla de adicciones. No de aficiones. Por eso no nos entendemos con los señores. 

−¿Se considera usuario?  –pregunté. 

En ese momento, el gobernador del estado, Rolando Zapata, disparó el balazo de arranque. Don Yosicorro −con la respuesta entre dientes– se fue alejando veloz, entremezclado en el contingente… 

 ¡Vaya biem!

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