Que qué autoridad debe estar pendiente de la instalación de toda clase de obstáculos en la vía pública, como son cables, protectores de medidores de la CFE, casetas de teléfonos y otras  que ponen en peligro la integridad física del transeúnte y que proliferan por toda la ciudad, como también proliferan los caños de desagüe de techos que dan a la calle y que el Reglamento de Construcciones prohíbe.

Que en las ya muy cuestionadas aceras del Centro Histórico, donde –según sus directivos– los Caballeros de Colón gestionaron que se construyan canales para que sirvan de guía a los bastones de los disminuidos visuales, esa loable idea es letra muerta porque esos canales están más bien dibujados que construidos y en muchas partes se interrumpen abruptamente por tapas de registros, teléfonos públicos y otros obstáculos.

Que quién regula a los locutores que se sueltan a decir barbaridades a través de la radio, como lo hacen todas las mañanas dos jóvenes –ella y él– que desde una estación, denigran y se burlan de los yucatecos, pero sólo dejan ver su ignorancia, ya que, como meros ejemplos, el lunes por la mañana se mofaban de quienes usan el verbo anolar, derivado del maya nol (desleír en la boca) que desde la década de los 50 está en el Diccionario de la RAE gracias a los esfuerzos de un escritor mayor de esta tierra, don Antonio Mediz Bolio, a quien esos muchachos seguro no conocen.

Que hoy a las 8, en el hotel Los Aluxes, los colaboradores de “El poder de la pluma” de Milenio Novedades celebran un primer año de éxito. ¡Felicidades!.