Que ahora que la nación entra en un impasse y se ocupa de los fastos celebratorios de la patria grande, muchas personas ocupan su tiempo y sus capacidades en vigilar que todo marche como debe ser, sin problemas para nadie y con toda la  alegría y el entusiasmo que nuestro patriota entendimiento es capaz de generar: los policías, a quienes pocos viran a ver mientras las cosas caminan sobre ruedas, pero que son los primeros a quienes se recurre cuando empiezan los problemas.

Hace unos días, en el aséptico desalojo de dizque profesores que ocupaban el Zócalo  capitalino, pudimos darnos cuenta de su utilidad y del servicio que prestan. Lo mismo ocurrió en la reciente intentona de protesta de profesores yucatecos, cuando los uniformados supieron ejercer discreta pero eficaz acción para desmantelar ese movimiento totalmente importado.

Que de nuevo toma visos de actualidad el plan de establecer un meganegocio chino –ya desde el nombre apabullante: Dragon Mart- en Cancún y se recrudecen las manifestaciones de  inconformidad en las que son coincidentes empresarios yucatecos, encabezados por el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Worbis Rosado, grupos ecologistas y personeros de la izquierda.

Que sería interesante conocer a fondo los mecanismos mediante los cuales se proponen candidaturas a premios y galardones que otorgan autoridades civiles y educativas y si se analizan no sólo los méritos literarios o científicos sino también el comportamiento privado que, en estos casos, se vuelve público porque los premiados se tornan referentes sociales.