Que entre los millones de mexicanos que anteanoche siguieron con el Jesús en la boca la deplorable actuación de la selección mexicana de futbol, entre quienes más sufrieron estuvieron los agentes de viajes –incluidos los yucatecos– y los directivos de las aerolíneas, ya que la eliminación de la oncena nacional –que estuvo a un tris de hacerse realidad– hubiera significado para los prestadores de servicios turísticos pérdidas millonarias por la cancelación de paquetes para ir a Brasil. Sin embargo, el peligro persiste, ya que, si siguen jugando como en toda la eliminatoria los seleccionados tricolores, no puede descartarse que dejen en manos de Nueva Zelandia el boleto por el que pelearán en un repechaje, como le llaman los expertos a esos partidos en los que dos equipos pelean las migajas que dejan los de arriba en la tabla.

Que de nuevo, como es casi ocurrencia inevitable cada vez que una empresa de telefonía pretende instalar una antena en la ciudad, vecinos de Pensiones se levantan ahora en protesta porque se está construyendo una instalación de ese tipo cerca de sus casas. Alegan que las radiaciones serían de graves consecuencias para la salud de sus familias, pero todos ellos usan celulares para comunicarse y, hasta ahora al menos, la única forma en que esos aparatos funcionen es mediante antenas como la que se colocaría en ese rumbo. Aquí parece cumplirse el refrán aquel: “Hágase la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre”. Los ciudadanos tendrían que hacerse a la idea de que estar integrados a la modernidad tiene un costo.