Agradecimiento

La femineidad de mamá me llevó a identificarme con mi sexualidad, amar y respetar la virilidad de papá con su firmeza y calidez en el trato con su mujer.

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El agua en sí no tiene forma. Toma la forma de la vasija que la contiene. El ser humano cuando niño es igual que el agua.- Anónimo

¡Agradezco que mis padres fueron una mujer y un hombre identificados con su sexo! Este hecho natural me dio la oportunidad de una infancia y niñez sanas. Gracias a esa realidad mi adolescencia y adultez, es decir, mi vida ha sido… ¡BUENA! 

Poco a poco entendí que mis padres se complementaban para vivir mejor. Aprendí a AMAR, que como verbo indica acción. En mi experiencia: papá, mamá, mis hermanos y yo aprendimos a convivir y a compartir, amándonos. 

Con palabras pero más con hechos aprendí lo bueno que es el valor de decir la verdad, de respetar los espacios, la jerarquía y la importancia y valía de cada uno de nosotros; así como la disciplina para respetar los tiempos de los quehaceres, la diversión y el descanso; la higiene, para estar sanos y lucir mejor; a pedir y ofrecer las cosas con cortesía y buenos modos. Aprendí a pedir perdón cuando consciente o inconscientemente perjudico a otra persona y también aprendí  que hay que pensar antes de hablar y de actuar. Todo esto, a veces, con la mirada reprobatoria de mamá y la palabra firme de papá marcando el camino correcto.  

Aprendí a cuidarme y a cuidar de otros con amor y voluntad de servicio de acuerdo con lo que oí tantas veces en casa: “Obras son amores y no buenas razones”. Aprendí la honradez: “Nunca tomes lo que no es tuyo, eso es robar”. Lo más importante para mí, al paso del tiempo, ha sido cómo mamá y papá vivieron y me enseñaron: amar a Dios, agradecer y respetar al prójimo. 

La femineidad de mamá me llevó a identificarme con mi sexo y mi sexualidad integralmente y admirar, amar y respetar la virilidad de papá con su firmeza y calidez en el trato con su mujer y sus hijos, traducido en comprensión y paciencia. 

En las grandes diferencias entre hombre y mujer está el equilibrio y la armonía que preserva la continuidad de la humanidad y de la familia natural. Pensemos, recordemos, defendamos la familia como Dios la creó, para ayudarnos mutuamente y lograr una vida plena y fructífera.   

¡Ánimo! Hay que aprender a vivir.

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