Agridulce de los derechos humanos
Mucho trabajo está por hacerse, además de las tareas cotidianas, pero esa labor no es privativa de autoridades y organismos de Derechos Humanos.
La “cumbre mundial de los Derechos Humanos” celebrada en Mérida del 8 al 10 pasados dejó un sabor agridulce, en lo que a las prerrogativas del ser humano se refiere.
Lo agrio: reafirmar que la pobreza extrema es el meollo de los conflictos que enfrentan todos los países que pueblan el planeta, originando el horror de las guerras, el narcotráfico y la violencia en sus distintas formas y ocasionando el enfrentamiento de hermanos contra hermanos.
Lo dulce: unificar criterios para que los 53 países que integran el Comité Internacional de Coordinación de Instituciones Nacionales de Derechos Humanos adopten y apliquen la “Declaración Mérida”, durante los próximos 15 años, para lograr que en el orbe entero reluzca el respeto por los derechos de hombres y mujeres, de acuerdo con el resultado de los trabajos realizados en la Decimosegunda Conferencia Internacional del mencionado organismo y lo convenido… Y desde luego, la convivencia que sin importar la barrera del idioma hizo renacer el compañerismo, la solidaridad, la amistad, en medio de la belleza de nuestro Estado y su excepcional gastronomía.
Es importante decir que los anfitriones fueron: la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, con la coadyuvancia de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Yucatán, y destacar todas las facilidades otorgadas por el Gobierno del Estado.
Mucho trabajo está por hacerse, además de las tareas cotidianas, pero esa labor no es privativa de autoridades y organismos de Derechos Humanos, ¡no!
Esa tarea lo involucra también a usted, a todos y cada uno de las y los integrantes de la sociedad para eliminar lo agrio que impide el efectivo goce de los Derechos Humanos y dar paso a través del entendimiento y la razón al respeto pleno a la dignidad de hombres y mujeres como premisa única para convivir en un mundo de paz.