Agua
La calidad del agua está disminuyendo sensiblemente en muchas áreas, particularmente después de la ocurrencia de fuertes aguaceros.
El cambio climático pone en grave riesgo dos aspectos fundamentales que tienen que ver con el agua, esencial para la vida en cualquiera de sus formas: la calidad y la confiabilidad de contar con el suficiente suministro para satisfacer todas nuestras necesidades.
Hemos señalado en anteriores entregas que ocurre un fenómeno extraño con las precipitaciones pluviales y que es consecuencia del calentamiento global: en algunas zonas se ha acentuado la sequía, pero en otras se ha incrementado la incidencia de fuertes aguaceros. Y se prevé que esta tendencia continúe abriendo más esta brecha, distinguiendo con mayor rigor la diferencia.
Tanto las fuentes de agua superficiales como las subterráneas están ya padeciendo en las regiones que presentan sequías cada vez más intensas y prolongadas, fuertes tensiones derivadas de la creciente demanda, que simultáneamente se presenta con una importante declinación en los índices de recarga de dichos acuíferos, lo que incrementa la probabilidad de que se presenten períodos de escasez que derivarán en estrictas medidas de racionamiento o de plano interrupciones en el suministro.
Por el contrario, la calidad del agua está disminuyendo sensiblemente en muchas áreas, particularmente después de la ocurrencia de fuertes aguaceros, debido al incremento en las concentraciones de elementos contaminantes, del contenido de nitrógeno, sedimentos de diversa índole y otras cargas de sustancias nocivas.
Este complicado entorno es un enorme desafío para los responsables de administrar los recursos hidráulicos, así como para los urbanistas y planificadores en todo el mundo, ya que se encontrarán con riesgos, vulnerabilidades y también oportunidades a los que jamás se habían enfrentado antes, y para los que las prácticas de gestión y administración vigentes hoy día no ofrecen soluciones efectivas ni sostenibles.
Estamos hablando de situaciones que están ocurriendo en diversas partes del mundo, y aunque cada caso es distinto y requiere de un análisis específico que permita llegar a un diagnóstico acertado y así proponer una solución efectiva, todo plan que pretenda enriquecer y fortalecer los sistemas de gestión de los recursos hídricos y planear el modo de enfrentar exitosamente los impactos del cambio climático debe poseer dos características muy importantes: una es que debe incrementar su resiliencia, definida ésta como la capacidad de recuperarse rápida y efectivamente ante la ocurrencia de eventos adversos, y la otra es que debe mejorar su adaptabilidad, es decir, ofrecer una respuesta oportuna de cambio ante modificaciones importantes a las condiciones vigentes.
Y esto es todo un reto, ya que muchas organizaciones institucionales, científicas, económicas y políticas poseen estructuras muy rígidas que representan barreras difíciles de vencer en la implementación de estrategias adaptativas.
Yucatán no tiene problemas de escasez, sin embargo tiene serios desafíos para atender adecuadamente el problema de la calidad ante las graves amenazas de contaminación.
¿Tendremos un buen par de lo que se necesita para superarlos?