Al que se echa para atrás…

El gol holandés se sucede justamente cuando un imponente chiflido del director técnico mexicano obliga a los jugadores del tricolor a mirar hacia la banca.

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El ambiente festivo durante el encuentro entre México y Holanda se anima en la sala familiar por las autorizadas opiniones de los allí presentes, bien acompañados de cervezas y tequila. 

Conocedoras del juego, las mujeres no quedan a la zaga en sus recomendaciones al equipo nacional para motivar el accionar de los jugadores. 

Nadie da la menor importancia a los miles de kilómetros que median hasta Fortaleza. Las instrucciones y reordenamientos se suceden conforme el entender de  los quince potenciales entrenadores de la Selección Mexicana reunidos frente al televisor y la enjundia táctica propician alusiones en cascada dependiendo el sitio de la cancha donde se suceden las jugadas. 

El alboroto popular en el recinto mengua, por fortuna, las expresiones vulgares y lugares comunes de los cronistas televisivos que se conducen a su vez como entrenadores plenipotenciarios del Tri. 

Ante la interferencia en indicaciones por parte de millones de mexicanos  estrategas, el señor Miguel Herrera, a nivel de cancha, se ve obligado a imponer el orden a base de silbidos arrieros y gritos altisonantes, que bien se sabe pueden tener un efecto distractor para el propio equipo, porque ni que tuviera el Piojo un tono especial para Márquez y otro para Geovanni. 

El gol holandés se sucede justamente cuando un imponente chiflido emanado del director técnico mexicano obliga a los once jugadores del tricolor a mirar hacia la banca, dando pie a una penosa distracción que facilita el disparo del masiosare tulipán.  

La desatención perdura minutos después de la anotación naranja. “Al que se echa para atrás se lo acomodan”, proclama enfática la tía Esperanza entrecruzando sus huesudos dedos mientras voltea a ver a sus hermanas Angustias y Dolores, quienes prudentemente asienten con cómplice mirada.

No la pierdan, no la arriesgues ahí, asegura el pase, vamos, marca, qué bárbaro, qué paradón, aplíquense, abusado Márquez, cuidado, no no no… Penalti. 

Pinche árbitro puto, resuena en el ambiente cuando el silbante señala el manchón dentro del área. 

La mafia de la FIFA ignora el patriótico clamor y aprovecha pedir al cubetero más cervezas, alegando que “El juego del Hombro” es impredecible. 

No habrá quinto juego. Chance en cuatro años. Al mejor estilo político mexicano, nos robaron el partido. ¡Vaya biem!

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