Amagos ahora, ¿y después?
En Yucatán se han dado amagos, pero la gente comienza a cansarse. Han ocurrido intentos de linchamientos en Mérida y en Kanasín, la llamada 'tierra de los cheles'.
Abusados, damas y caballeros, niñas y niños. En Yucatán se han dado amagos, sólo amagos, pero la gente comienza a cansarse.
Se trata de los amagos, los intentos de linchamientos que han ocurrido durante la reciente semana que acaba de transcurrir en Mérida y en Kanasín, la llamada “tierra de los cheles” o, mejor dicho, la “tierra de nadie”
Primero ocurrió en la colonia Sambulá donde un maleante llamado José Euán, después de protagonizar un pleito con otras hordas de “huiros sin domesticar” –así les calificaron testigos de los hechos-, fue apañado por decenas de vecinos que, hartos de tanto desmán de los pandilleros y que las autoridades policiacas llegaran siempre a destiempo, ya mero se hacen justicia por su propia mano.
Al final, el tan Pepe Euán fue amarrado como un vil cerdo a un poste y con la advertencia de que si repetía sus “hazañas”, le iría peor. Aunque la Policía se lo llevó, en realidad sólo lo salvó de una buena madriza de consecuencias inimaginables. Primer amago de linchamiento.
No pasaron muchos días y en la comisaría meridana de Molas, otro enfrentamiento entre vándalos sacó de quicio a los pobladores que se armaron de palos, piedras y cuanto objeto lapidario encontró en su camino y comenzó la persecución de los animalitos sin pastor. Encontraron a uno al que le apodan “Caballo” (será por su preciosa dentadura) y después de someterlo a unos cuantos catorrazos, también fue amarrado a un poste en espera de la Policía que, después de un lote de rato, entró en acción.
Y el viernes, en Kanasín, dos mototaxistas que hacían de todo menos su labor, fueron sorprendidos por vecinos al momento de pretender robar en una casa. También fueron apañados, recibieron su buena tanda de golpes y “collarines” para ser entregados a la policía. Estuvieron a un paso de ser linchados. Y hablamos de que en Kanasín impera la ley, no del más fuerte, sino la del más maldito.
En Yucatán, hace muchos años, pero muchos en realidad, se habla del linchamiento de un sujeto en algún municipio de la entidad. ¿Serán leyendas rurales? En Chemax, el militante panista Benito Oy Kumul se salvó de una horda de priístas en un primer intento de linchamiento, pero no pasó mucho tiempo cuando fue asesinado en su propia comunidad. Corrían los primeros cinco años de la década de los ochenta.
La barbarie
Pero si bien en Yucatán el linchamiento no es una práctica generalizada, en entidades como el Estado de México, Puebla, Oaxaca, Guerrero y Morelos, la justicia por propia mano es recurrente. En un estudio publicado en México sobre los linchamientos registrados entre 1988 y abril de 2014, se contabilizaron 366 casos −266 intentos y 100 linchamientos consumados−, una media de 13 por año.
Uno de los autores del estudio “Los Linchamientos en México 1988-2014”, Raúl Rodríguez Guillén, catedrático universitario, indica que entre 2010 y 2014 se registró un aumento considerable de los casos de linchamiento con una media de 32 casos por año. En 2015, las cifras se dispararon, registrándose 112, entre intentos de linchamiento y linchamientos consumados. La mayoría de estos actos de violencia se concentran en unos pocos estados del país, del centro y del sur, principalmente.
Corría el domingo 6 de septiembre de 2015. Un autobús de línea entre Ranchería-San Cristóbal Centro, en el municipio de Ecatepec, Estado de México, donde el Papa Francisco celebró recientemente la misa más concurrida de su visita a México. Dos hombres subieron al autobús, armados con cuchillos, y comenzaron a asaltar a los pasajeros.
Los asaltos a autobuses en el municipio ya se han convertido en algo habitual y la impunidad de los delincuentes es casi absoluta. Pero ese domingo varios pasajeros del autobús de línea no estuvieron dispuestos a convertirse en otras víctimas más. Se abalanzaron sobre los asaltantes y lograron inmovilizarlos con una cadena. Uno de los pasajeros sugirió entonces que, para evitar que los asaltantes tomasen futuras represalias, les sacasen los ojos. Así lo hicieron. La policía detuvo a los pasajeros del autobús, pero terminaron siendo puestos en libertad: ninguno de los pasajeros denunció a los agresores directos de los asaltantes.
Y en Ajalpan, municipio de Puebla, otra brutalidad sucedió en 2014 cuando vecinos confrontaron a un par de sujetos confundiéndolos con secuestradores. La policía confirmó que en realidad esos hombres eran encuestadores de una empresa de marketing y logró sacarlos a salvo de ese lugar. Pero, enardecidos, los lugareños hicieron sonar las campanas de la iglesia del pueblo y reunieron a cientos de vecinos.
La turba enfurecida ingresó por la fuerza en el destacamento policial y otros edificios públicos y logró arrebatarles los encuestadores a la policía. Finalmente, un hombre con casco de motocicleta avanzó tranquilamente hasta el centro de la multitud frenética, roció a los hermanos con nafta y los prendió fuego con un fósforo.
A esta barbarie le siguieron explicaciones más que estúpidas. Las autoridades culparon a la población y a los rumores sobre secuestradores de niños rondando las calles y un funcionario local disertó –más que imbécil- que todo era maniobra de la oposición política para generar caos.
Pero la gente de Ajalpan dio otra explicación: hartos de la corrupción y la indiferencia del gobierno, la turba buscó justicia por mano propia. Así de simple.
¿Vamos a esperar que en Yucatán ocurran situaciones de esta índole? La Policía y el Gobierno, con todo y Plan Escudo, debería prestar más atención. Cierto: no pueden estar en todos los sitios al mismo tiempo pero deberían implementar alguna estrategia para contrarrestar este tipo de inconformidades. Las llamadas “policías vecinales” no sirven más que para recolectar votos en épocas electorales. Abusados ya que está de por medio la seguridad de los yucatecos y la fama nacional e internacional de que esta entidad es la más pacífica y segura de México.
Amiguitas y amiguitos, ya saben: sugerencias para que los ladrones y vándalos en Yucatán no sean colgados de los postes y que mejor reciban, en fila india, su tanda de buenos “collazos”, enviarlas a [email protected] y/o [email protected]