La barbarie no deja de sorprendernos. Casi todos los días nos enteramos de eventos en nuestro mundo complejo que atentan contra la vida humana. Violencia sin sentido que aterra e indigna.

La sinrazón del desprecio a la vida ajena golpeó hace apenas dos días un evento que paradójicamente celebra la virtud de una vida saludable: la maratón de Boston.  Y quienes por fortuna aún vivimos en una comunidad pacífica como Yucatán no podemos sustraernos de la reflexión y de la condena a esta atrocidad.

Mucho más cuando el asesinato de seres humanos cada vez nos es más cercano. Si para algunos la tragedia de Boston pudiera parecer lejana, bastaría leer en Milenio Novedades del lunes pasado la información que da cuenta de 8 ejecutados -a unos cuantos kilómetros de nosotros- en la ciudad de Cancún. Motivaciones seguramente distintas pero con resultados similares: pérdida de vidas humanas e intranquilidad social.

Antídoto para esto es la acción de los ciudadanos pacíficos, ya que comprobado está que en el abandono de la vida pública, de los espacios públicos, de la convivencia social, anida el germen de la violencia.

Por ello insistimos en que preservar la tranquilidad de Yucatán pasa sí por la exigencia a las autoridades de estrategias modernas y eficaces de seguridad pública, pero también por una sociedad que fomente los mejores valores de los yucatecos y la convivencia pública.

Por poner un ejemplo, actividades culturales y deportivas como las organizadas hace unos días por vecinos del centro sur de Mérida, a propósito de un homenaje luctuoso a Pedro Infante, o las cada vez más frecuentes carreras deportivas y eventos de convivencia social que organizan empresas o asociaciones son acciones que van en este sentido. Es la mejor forma de preservar la envidiable paz de nuestra comunidad. Ojalá cada vez sean más.