Aprendiendo a vivir
Es ser útil a la sociedad en la que vives, tratar de hacerse necesario en ciertos momentos de la vida, mas no indispensables.
Es poco común ver que con el tiempo los hijos aprendan a sostenerse por sí mismos, o sea que una vez independizados encuentran solos su camino y a veces hasta superan a papá o, en el peor de los casos, lo igualan, aunque la profesión no sea la misma, porque no siempre los hijos escogen la carrera que estudió el padre.
¿Cómo se mide ese grado de superación? Es muy simple: con observar su entorno, si ya se casaron o viven en unión libre, que da lo mismo, que haya cordialidad en la pareja, si ya hubo familia ver cuál es el comportamiento en el hogar y si todas las necesidades económicas y de sustento están cumplidas.
Entonces estaremos presenciando el nacimiento de una familia y de un hogar, que, creándose expectativas de crecimiento, se programa para aprender a vivir.
No todo en la vida es dinero, pero, como sirve para solucionar problemas y dificultades, hay que buscar el ahorro de excedentes.
Aprender a vivir es estar en paz con uno mismo y con sus seres queridos, es armonizar con los amigos y saber hacerlos y mejor conservarlos, pero además porque ese es el soporte de las células de una sociedad: saber entender y aceptar a los demás sin rencillas y sin sentirse perseguido o apremiado por sus compañeros.
Aprender a vivir es ser útil a la sociedad en la que vives, tratar de hacerse necesario en ciertos momentos de la vida, mas no indispensables. Es encontrar soluciones a corto, mediano y largo plazo, no las soluciones mediáticas que son siempre emergencias pasajeras .
Aprende a vivir es entender al humano, a los viejos, a los abuelos, respetarlos y aceptar su sabiduría, no despreciarla y decirles que están obsoletos, que pertenecen a una generación pasada de moda. De hacerlo estaríamos cayendo en un desconocimiento total del quehacer diario de la vida que permite acumular experiencias.
Aprender a vivir es preparar el final de la vida, cuando por razones naturales nos ponemos viejos, aparecen las canas y las arrugas. Es de muy mal gusto estar empeñado en ser joven cuando la fuerzas ya no nos ayudan y arrastramos el peso de los años con un cúmulo de experiencias y soluciones de vida que sólo te la da el tiempo.
Ay del hombre que llega a viejo y no tiene una historia auténtica qué contar; qué triste porque nunca aprendió a vivir. Aprender a vivir es difícil, pero es más difícil no haber sido feliz y mostrar a los demás no ser auténtico.