Arbolitos, luces y buenos deseos

Estamos indefensos ante los mensajes que nos preparan para ser compradores. La televisión, el cine, el internet, con publicidad, nos dice que es Navidad y que hay que regalar.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Hace algunos años viví en el corazón profundo de Texas: Houston. La ciudad espacial me dio la oportunidad de experimentar mi primer viernes negro, horas de compras de locura en las que los americanos aprovechan para adquirir los regalos de Navidad.  

La fecha le prometía grandes ofertas a esta compradora insensata, hoy rehabilitada. Así que, desde la madrugada, mis primas y yo nos enfilamos hacia uno de los centros comerciales más populares de la zona. 

Calzando unos tenis para correr, que el año anterior eran los de última generación, quería tener los más nuevos. Los de colores llamativos que me harían sentir que caminaba sobre las nubes. Además, estaban en descuento, y no vaya a ser que éstos se vean desgastados y aparenten que no puedo comprar otros, pensaba. 

Compré suficientes cosas útiles o no, que, como los tenis, terminaron acumuladas.

Nos auto convencemos de que, si no compramos, nos estamos perdiendo de oportunidades únicas. Tememos perdernos de algo especial cuando verse bien y oler bonito es tan importante.  En ocasiones compramos por moda y por una inseguridad profunda. 

Estamos indefensos ante los mensajes de todos los medios posibles que nos preparan para ser compradores. La televisión, el cine, el internet, con publicidad que apela a nuestras emociones, nos dice que es Navidad, que hay que regalar y regalarnos. Pareciera que un obsequio es proporcional al afecto que sentimos por los demás.

La celebración ya no es una fecha, sino una temporada que puede durar dos meses o más. Los aguinaldos se esfuman en cuestión de horas. Las bondades del “meses sin intereses” en breve se convertirán en una carga que saldar. Y sin querer sonar cursi, el significado de la época pasa a segundo plano. 

Me encantan la Navidad, el arbolito, las luces; la comida de la época, los encuentros en familia y, por supuesto, los regalos. Al final de cuentas cada quien sabe qué valor le atribuye a sus compras y a sus obsequios. Sea por moda, necesidad o inseguridad, nuestros patrones de compra nos ayudan a entendernos y a conocernos a nosotros mismos.

Estimado lector, que pase una bella celebración en familia. Nos leemos el próximo año.

Lo más leído

skeleton





skeleton