Armonía laboral en decadencia

Actualmente los hospitales se han convertido en arenas de lucha, que muestran la pusilanimidad cotidiana por alcanzar el poder.

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¿Quién no conoce alguna obra del gran Chopin? Te embelesa, te transporta, existe armonía, cual engranaje perfecto de acordes, la maravilla de la orquesta. Pero qué sucedería si alguno de los instrumentos se rebelara y no dejase cristalizar la obra maestra. Simplemente, deberá ser sustituido ipso facto. 

De esta manera trabaja cualquier empresa, más allá de intereses particulares, si es que quiere sobrevivir y poder alcanzar los objetivos trazados. Contrastantemente, la proclividad al egoísmo y a lograr cualquier cosa al precio que sea es muy común en esta época; pisotear sin miramientos es el escenario cotidiano. 

Así le comentaba a un joven galeno que, sin querer, ya negó tres veces su origen y enseñanzas de excelsos maestros. Tú lo has dicho, el Judas moderno.

Pronto cumpliré un onomástico más, y cual agua entre las manos, veo cómo cambian los tiempos. Se trastocan con frecuencia los  valores y principios, dejando cual nebulosa londinense, apenas visibles, los liderazgos que caracterizaban áreas  específicas de nuestras  instituciones de salud. Al recapitular los eventos históricos, sólo encontramos suma de esfuerzos, sin reparar en carestías, en aquellos emblemáticos  primeros centros hospitalarios. Actualmente los hospitales  se han convertido en arenas de lucha, que muestran esa pusilanimidad  cotidiana  por alcanzar el poder, sin darse cuenta que con esta actitud envilecemos su imagen ante el doliente.

Tengo fresco en mi mente un pasaje relatado, que destacaba lastimosamente el desempeño de algunos con quienes convivimos en el día a día. Narraba no hace mucho  que ante la adversidad,  más allá de las diferencias en credo o religión, nos uníamos para sacar adelante cualquier empresa de beneficio colectivo. Ahora es inevitable toparnos,  cuando de calcar aquellas excelsas acciones se trata, con el egocentrista, egoísta, inconforme y traidor, que desdeña cimientos de nuestros ancestrales guías académicos que dieron lustre a la medicina del sureste. Apatía y desidia profesional son los obstáculos que se interponen a la intención de continuar con ejemplo y sabiduría el comprometido camino del servicio. 

Sí, amable lector, más de uno dirá que hoy el doctor se nos puso nostálgico, pero considero que es el momento de hacer reflexiones que, desde una perspectiva muy particular, evidencian la metamorfosis de las generaciones, que, como algo normal y sano, no pueden pensar y ser como nosotros; pero sí somos responsables de no haber sabido sembrar en ellas el amor  por lo que verdaderamente vale la pena: ¡el ser humano!

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